Y es en ese momento cuando comprendo el mensaje que había en mi ventana el día del extraño sueño y quién lo firmó, aunque aún no entiendo el por qué de sus palabras.
Estoy tan sumida en mis pensamientos que creo que hace más de diez minutos que ninguno de los dos ha dicho nada, pero el silencio a nuestro alrededor es reconfortante y me ayuda a esclarecer los interrogantes de la infinidad de mi mente.
Una parte de mi necesita que me diga que es un chico completamente normal y que su hobby es jugar a fútbol los sábados, y no matar personas que se esfuman como niebla oscura.
–¿Eres real? –Pregunto, con una voz que tiembla más de lo que me gustaría.-
–Si te refieres a si estoy aquí contigo, sí. Pero no formo parte de lo que vosotros llamáis realidad.
Sus palabras me aturden y me confirman algo que he estado negándome a pensar.
–¿Sólo existes para mí?
–Sólo si yo quiero que así sea. –Sus palabras me confunden y la rabia de que sus respuestas sólo estén creando más preguntas me sacude.-
Y entonces, tal vez sólo esté volviéndome loca y mi mente esté creando a un chico casi perfecto para aliviar la falta de una compañía masculina, que estoy segura que no necesito.
–Agradezco lo de perfecto, pero estoy bastante lejos de serlo. –Dice casi riendo.-
Sus palabras me hielan. ¿Cómo es posible que sea capaz de leer lo que pienso?
Y vuelve a reír y, sé que probablemente lo esté haciendo por todas las dudas que se están agolpando en mi cabeza, una tras otra.
–Todo a su tiempo, caelum. Todo a su tiempo. –Dice levantándose y besando mi frente.-
Se encamina hasta la zona más oscura de mi habitación y de repente siento que me he quedado completamente sola, otra vez.
No sé cuanto tiempo va a tener que pasar hasta que deje de lado la idea de que me he vuelto completamente demente. Estoy segura que si Ada se enterara de lo que me está pasando trataría de aliarse con mamá para encerrarme en un psiquiátrico lo antes posible. Y pensándolo bien, tal vez no ofrecería resistencia.
Es lunes y la universidad, después de haber estado tres semanas sin pisarla, se me antoja hasta apetecible.
Me encuentro sumamente cansada y todo es debido a unos extraños sueños que he tenido a lo largo de toda la noche; en él aparecía un chico de espaldas a mí, sentado en el filo de un abismo balanceando sus pies hacia delante y hacia atrás. Pero lo que más me impresionó fueron las dos majestuosas e imponentes alas que brotaban de su espalda; cubiertas de plumas blanquecinas de apariencia tersa y sedosa. Y cada vez que trataba de acercarme a él, la distancia entre nosotros aumentaba, creando que me pusiera a llorar desconsoladamente en el frío suelo de un sitio ajeno a mí.
Llego a clase un poco antes de lo habitual y saco las hojas en blanco para poder tomar apuntes después. Estoy cursando el segundo año de Historia en la University College of London, por lo que cada vez se complica más.
Poco a poco el aula se va llenando y me alegra haber escogido las hileras delanteras porque sé que me va a ser más fácil prestar atención de esta manera.
Un profesor que no he visto jamás entra en clase sin decir ni una palabra. Frunzo el ceño y miro a mis compañeros, que lucen igual de confusos que yo. Es alto y bastante joven en comparación a todos los otros profesores que imparten clase aquí. Tiene el pelo rubio y alguna que otra cana lo baña, sus ojos son de un azul tan oscuro que puedo apreciar que lo son sólo porque me encuentro en la primera fila. ¿Quién es este hombre?
–Buenos días, soy Mikael. El profesor Dothniel se encuentra indispuesto y me ha pedido a mí que substituya su clase de historia medieval durante el próximo mes.
Escucho murmullos en la parte posterior de la clase y sé que probablemente debe ser alguna chica comentando su peculiar atractivo. Él hace caso omiso y escribe algo en la pizarra en una caligrafía tan perfecta que hasta me recuerda a la que tenían los primeros monjes que escribían los libros a puño y letra.
¿Teología? ¿De eso íbamos a hablar en clase de historia medieval?
–Bien. –Hace una pausa, supongo que para intentar encontrar las palabras exactas con las que empezar.– ¿Alguien me puede decir qué es la teología?
Alguien a mi lado levanta el brazo con una rapidez que me releva a segundo puesto, pero extrañamente Mikael me cede la palabra a mí.
Carraspeo y me aclaro la garganta, en parte arrepintiéndome por la vergüenza que me da expresarme en público.
–Bueno, Teo proviene de la palabra latina "Theo", que significa Dios y "logía" es el estudio de algo. Por lo tanto, la teología sería el estudio de Dios o lo que tiene que ver con él. –Mi voz tiembla un poco más de lo que me gustaría pero me alegra el hecho de que he sido capaz de hablar sin pausas.-
–Exacto. Y de eso hablaremos hoy.
–¿No te parece curioso que alguien que sabe de Teología se llame Mikael? –Ríe una voz a mis espaldas.-
Y sus palabras me dan que pensar. Tal vez si no hubiera ocurrido nada con Isaías, pero lo ha hecho y mi mente no descarta la idea de que todo esté relacionado.
–¿Alguien ha leído la Biblia? –Pregunta, analizando a mis compañeros en busca de la respuesta.-
Varias manos se alzan pero ninguna es la mía, porque realmente no he creído nunca en eso. Hasta que alguien ha llegado para replantearme si en lo que no creo, existe y en lo que creo, no es real.
–Eso son sólo mentiras. –Asegura una voz masculina de la misma hilera en la que estoy.-
–Hablar de mentiras cuando no se conoce la verdad es como hablar de amor sin haber estado enamorado, así que te aconsejo que permanezcas en silencio. –Su voz, a pesar de la serenidad de su rostro, suena contundente y rotunda.-
Empieza hablando de la Biblia y de su contextualización, por lo que trato de prestar la máxima atención que soy capaz de dar aún habiendo dormido poco la noche anterior.
De repente, su discurso ha tomado otro rumbo y está empezando a hablar de los ángeles, por lo que el tema actúa como cafeína en mi sistema y me siento más insomne.
–¿Cuantos ángeles conoces? –Dice señalando a alguien a mis espaldas.-
–Bueno, sólo dos. Los arcángeles y los ángeles caídos. –Dice con una voz sumamente aguda.-
–¿Alguien conoce alguno más?
–Hay nueve. –Dice otra voz.- Están los Serafines, los Querubines, los tronos, las dominaciones, los principados, las virtudes de los cielos, las potestades, los arcángeles y los ángeles propiamente dichos. Y están divididos en jerarquías según su nivel.
–Bien, sí. Veo que te has leído la Biblia unos cuantos centenares de veces. –Vuelve a hablar Mikael pasando una mano por su pelo. La clase ríe brevemente y lo hago yo también. - Pero te has dejado a uno. –Dicen pausando un momento, posando su mirada en mí.- Los Erdhes. Hay muy poca información sobre ellos, al menos real y fiable, y no aparecen en la Biblia porque son seres que la religión ha procurado mantener fuera del alcance del conocimiento de cualquiera. –Sus ojos me abandonan y una sensación extraña me recorre la columna, estremeciéndome.- Pero como en historia es primordial contrastar la información, para la próxima semana quiero un trabajo de cinco mil palabras sobre su historia y qué son.
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Un ángel no puede morir | Harry S.
FanfictionÉl la hace vulnerable. Ella es su puente hacia la luz.