Justin miró por la pequeñísima ventana de su habitación. O su jaula, como él la llamaba.
Esta acción se había vuelto casi un tic nervioso de su parte desde hace un tiempo. Se retorció las manos recordando que llevaba dos años encerrado en las profundidades de un edificio, solo por negarse a la construcción del mismo... larga historia.
Durante unos meses sólo había burlado el sistema de seguridad para robar algo de comida, para usar un baño decente en comparación a ese cubo que arrinconado tiene en la habitación, o cosas tan insignificantes como lo antes mencionado.
Pero hoy... hoy era él día.
—Falta poco, Luna. Muy poco.
Cualquiera podría deducir, con el tono tan deducido en el que habló, que se estaba dirigiendo a alguna cómplice... pero no. Desde que ingresó al área de aislamiento intentó hablar consigo mismo para no perderse a sí mismo, pero después del trágico suceso por el cual pasó era obvio que eso tarde o temprano acabaría sucediendo.
Justin avanzó unos pasos y estrechó a Luna en sus brazos, que no era nada más que su almohada. Una pequeña y sucia almohada que cuidaba con su vida pues cuando perdió totalmente la razón, se convirtió en su amiga. Justin había dejado de hablar solo para hacerlo con Luna, quien según él era su fiel oyente.
Entonces el hombre se sobresaltó al oír el pequeño "clac" que significaba que el último trabajador en el lugar, el encargado de limpieza, había dejado las instalaciones. La adrenalina se disparó por el torrente sanguíneo de Justin, y la apaciguó del único modo que sabía hacerlo: riendo.
¿Estás loco? ¡Despertarás a los demás!
—Lo siento, Luna... lo siento —Sollozó por lo bajo, haciendo el menos ruido posible y algo asustado por el regaño de Luna—. Sabes que es el único modo... sí... no hay otro modo...
Dejó la almohada cuidadosamente sobre la cama como si de una persona se tratara, y entonces fue por su caja. La caja de Justin tenía todo tipo de cosas ocultas en ella, cosas robadas en su totalidad. Todo lo que había podido hurtar y que llamara su atención al punto de querer conservarlo, iba a parar allí.
Tenía llaves que quizás en algún momento podría utilizar, raciones de comida extra —por si le entraba la ansiedad—, un mechón de pelo arrancado de una enfermera que en un momento le gustó mucho, un poco de algodón que se le salió a Luna por un costado y por el cual Justin tuvo una crisis nerviosa, y su posesión más preciada... una foto. Pero en aquel momento, ni siquiera la miró, después de tomar la tarjeta que buscaba, cerró la caja rápidamente y se la colocó bajo el brazo, por nada del mundo pensaría dejarla... ¡aún tenía la intención de volver a colocarle a Luna el algodón que se le cayó!
—Lamento haberme tardado. ¿No pensabas que me olvidaría de ti, o sí?
Por supuesto que no. Pero si es que... ¡sin mí no eres nada!
Justin rió nerviosamente —Tienes razón, Luna, la tienes.
Tomando la tarjeta cortada firmemente en su mano, Justin la pasó por la cerradura meticulosamente, moviendo solo lo justo. No tardó en abrirse, y es que Justin llevaba meses haciendo esto. Lo difícil, lo inesperado, aguardaba un poco más adelante.
Avanzó con paso sigiloso, y por primera vez se detuvo en las otras cámaras de aislamiento para ver, quizás por última vez, a un rostro con altivez. Esa mujer, menor que él y de cabello dorado, que le había hecho la vida imposible desde que llegó al lugar.
Holly Westmore, vecina de Justin en el área de aislamiento, era de todo menos loca. Utilizó sus tantos años de cursos de actuación para hacerse pasar por esquizofrénica después de matar a una de sus sirvientas en un berrinche que se salió de las manos.
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Sognare → j.b
FanfictionJustin Bieber, hace no más de dos años uno de los doctores más aclamados del continente, hoy se fuga del Edificio Sognare -principal comercializador de sueños y casa de experimentos del país- tras robar uno de los sueños más importantes ahí fabricad...