Capítulo 12: Liam.

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"No voy a fingir que te olvidé.

No tengo que rendirle amores a nadie."


Sábado 18 de Noviembre de 2017. 1:45 a.m.:


- Patético – y esa maldita risa a mis espaldas.

- Qué te calles te dije. ¿No tenías un lugar al que ir? – Le pregunte a Joan enojado, a lo que él negó con la cabeza, sin dejar de reírse en ningún momento - ¿Te vas a quedar ahí toda la maldita noche? – Su presencia me irritaba de sobremanera. Había intentado echarlo de mi cuarto más veces de las que podía contar, pero ni la fuerza bruta había logrado moverlo del marco de mi puerta, debía resignarme, mi mejor amigo no se iba a ir y mucho menos iba a dejar de burlarse de mí. Y es que hasta yo me daba lástima en estos momentos.

- Es que esto es único. No pienso moverme. Llevo años sin verte hacer algo tan patético. – Su maldita risa me era cada vez más odiosa. - Oh sí, esto va a tener muchas visitas en internet - jamás lo había visto sonreír tanto. Él era el diablo, el chacal. Mi maldito mejor amigo. 

- ¡¡¿Pero qué estás haciendo?!! ¡¡Dame esa maldita cosa!! – Me estaba filmando, el muy hijo de perra estaba sosteniendo una cámara en mi dirección. Ahora sí que lo iba a matar.

- Jajaja, esto es bueno, muuuuy bueno – me paré de golpe, pero su reacción fue más rápida que la mía, supongo que estaba esperando mi movimiento, ya que se movió con la agilidad de un felino. Y en un instante nos hallábamos corriendo por toda la casa. En realidad, era yo quien lo corría a él. Ese video no podía existir, nadie podía verme haciendo aquello. Tenía que conseguir esa cámara aunque tuviese que tirar a mi amigo contra el piso y robársela de sus malvadas manos. Juró que  lo iba a hacer. 


Luego de lo que pareció media hora de correrlo, Jo accedió a darme la cámara y se marchó de la casa, ese día tenía una cita, así que ya no iba a molestarme más.  


Sonreí triunfante. Pero eso solo duró un segundo, desde fuera mi amigo me informó que tenía la tarjeta de memoria en su poder. ¿Se la había quitado? ¿En que momento? Revisé la cámara desesperado y si, la tarjeta de memoria no estaba allí. Joan se la había llevado consigo.


- Idiota que soy, debí revisarlo antes de que se fuera- me regañé mentalmente por mi error. Así que agarré su cámara y me saqué una foto para que luego la viese. En la foto salía yo, y en un mayor primer plano mi dedo derecho alzado en todo su esplendor para mi amigo. Aunque no era un triunfo realmente, me sentía mejor, la foto que me hice me hizo sentir así. Como una inocente venganza infantil, me hizo sonreír como a un niño.


Volví a mi cuarto mientras reproducía lo grabado, si, por suerte, o tal vez por mala suerte, la cámara estaba programaba para hacer copia de los archivos tanto en la memoria interna como en la externa. Pero ahora al verme ahí, me daba más pena aún... ¿era acaso eso posible? ¿Sentir más pena por mi? 

- Patético - me dije a mi mismo lo que rato antes había salido de los labios de mi mejor amigo también para mi.


En la imagen estaba yo, con cara de pura concentración, juntando papelitos y comparándolos con otros, buscando las partes que encajaban, buscando sus otras mitades.

¿Irónico no? Yo había destruido esas notas y ahora me arrepentía como un loco. Estaba comportándome de una manera errática, yo no hacía ese tipo de cosas. ¿Qué me pasaba últimamente? Ya no era yo mismo. 


4:37 a.m:


Luego de horas entregadas a la tarea de reconstruir mis notas, por fin pude sonreír un poco, mi trabajo estaba terminado. Había logrado pegarlas a todas, por suerte los trocitos no habían quedado tan diminutos, y eran lo suficientemente legibles como para unirlos.


Las sostuve a todas en mis manos, no se parecían en nada a su estado original, pero seguían siendo de mi pequeña alumna. Y lo correcto era conservarlas, aunque su amor ya no existiese. Aunque su amor tal vez nunca fue real. Las necesitaba. Necesitaba esas notas conmigo.

Esos papeles un día me habían hecho feliz, y por eso merecían un lugar en mi vida. Había sido un error terrible el destruirlas, y ahora lo sabía.


Les di una última leída a todas, y las puse en una bolsita. La cuál guardé en la parte superior de mi armario, en una bandeja de mimbre que allí había, y ahí se quedaron, junto con los demás recuerdos que escondía de mi mismo. Allí no tendría que verlas diariamente, pero si alguna vez me sentía triste, podría observarlas y saber que un día alguien me quiso lo suficiente, aunque sea a manera de capricho infantil, y sonreír por eso. Ella no era la primera persona que me quería, pero sí la última que me permitiría aceptar. Ya no aceptaría más quereres ajenos, ya no me dejaría desilusionar por nadie más, como un tremendo idiota. No dejaría que nadie más volviera a romper el corazón. 

Ciertamente ella no había roto mi corazón, si es que era una ella. Solo le decía ella, porque era una forma fácil de nombrar a mi emisor de notas. En fin, ella solo había rasguñado un poco en el, pero lo suficiente para afectarme por unos días. Nada que no se pudiese olvidar en poco tiempo.

Solo me afectaba, porque había permitido que me empiece a importar. Muy mal de mi parte.

- Ya no más Liam - murmuré mirando mi armario, y cerré las puertas, tratando así de encerrar su recuerdo.


Ya era momento de seguir adelante, como el adulto que era, debía comportarme como tal, y seguir mi vida.

Querido profesor: ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora