Capitulo 5

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Las verjas de hierro se abrieron sin dejar escapar el mejor sonido, y Morris condujo la limusina hacia la casa principal, mientras Taylor examinaba los jardines. Los arces, abedules y ecléctica colección de esculturas y obras de arte la intrigaban.

El césped estaba cortado inmaculadamente y los setos bajos que dividían el paisaje parecían podados con un nivel de carpintero.
La casa era aún más impresionante. La construcción de dos pisos era blanca, com altas columnas, y daba al océano y a una playa privada. El sol estaba poniéndose sobre la parte trasera y las ventanas reflejaban el resplandor dorado como si los cristales fueran de ámbar.

Morris aparcó ante la escalinata que llevaba a los portalones principales.

-Gracias, Morris.

Taylor esperó pacientemente a que le diera vuelta al auto y le abriera la puerta. A veces se olvidaba, salía sola y él la reñía. Sabía que le abría él por motivos de seguridad, ya que una vez un admirador demasiado entusiasta la había rodeado con los brazos y la había empujado otra vez dentro de la limusina. Había estado a punto de meterse en el auto con ella, pero Morris había demostrado que su tamaño no afectaba la velocidad.

Mientras Morris la ayudaba a salir del auto, ella comtempló la escalinata. Karlie la esperaba junto a la puerta, vestida con unos pantalones chinos de color tostado y un suéter de cachemir color blanco roto. Estaba tan elegante como siempre.

Taylor se alizó la falda de color rojo y se aseguró de llevar la camisa de algodón por dentro.

-Morris, ya puedo ir yo sola. Sé que quieres volver a Manhattan, así que adelante.

-Deja que te lleve la maleta...

-Puedo yo. El cumpleaños de tu hermana es muy importante y no te lo puedes perder. Hasta han retrasado la cena para que llegues a tiempo.- Taylor echó un vistazo a su rolex-. Si te vas ya, todavía estás a tiempo.

-Pero... -Morris cedió cuando Taylor le dio una mirada severa-. Muy bien. Volveré el domingo por la tarde. Gracias.

-Hasta el domingo -se despidió de Taylor, dándole un puñetazo cariñoso en el boluminoso bíceps.

-Taylor, bienvenida -la recibió Karlie, a mitad de las escaleras. Le apretó el hombro con delicadeza y le dio un beso en la mejilla-. Espero que no te hayas encontrado mucho tráfico.

-No sabría decirte. He dormido casi todo el camino.

Taylor se esforzó por mantener los pies en la tierra. El suave roce de los labios de Karlie en la mejilla todavía le hormigueaba, y le sorprendía notar que le faltaba el aliento.

-Gracías por invitarme. Tienes una casa preciosa. Seguro que tiene una historia muy emocionante.

-Lo cierto es que así es. Un productor de teatro construyó la parte más antigua de la casa hace un siglo. El propietario anterior decía que el espiritu de más de una de sus actrices fetiche encantaban la casa -Karlie cabeceó-. Vamos, te enseñaré tu habitación. Luego si quieres te haré una visita guiada.

Subió los escalones delante de Taylor con pasos ágiles y gestos que emanaban la cautovadora autoridad de su presencia.

En el interior, la atmósfera era fría, pero acogedora, gracias a la alfombra persa de color azul sobre los suelos de madera oscura y los jarrones chinos antiguos. Había una escalera semicircular que llevaba al segundo piso, y Taylor no pudo sino admirar el trabajo de ebanistería de los padamanos y las enormes lámparas de araña que colgaban de los altos techos.

-Que casa más bonita, Karlie. Me gustan mucho los colores.

-Gracias. Tengo un amigo decorador de interiores. Se ocupó de la mayoría de las habitaciones. Cuando la compré hace diez años, la casa estaba hecha una ruina -explicó. Giró a la derecha en el descansillo de las escaleras y recorrió la mitad del ancho pasillo. Entonces abrió la puerta y le indicó a Taylor a pasar.- Espero que estés cómoda.

Kaylor - Obertura SalvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora