00:00

7.2K 144 6
                                    

Clara revisó su reloj de muñeca una vez más, aquel que posaba sobre su muñeca izquierda, en tonos beige y dorado, que alguna vez había pertenecido a su madre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




Clara revisó su reloj de muñeca una vez más, aquel que posaba sobre su muñeca izquierda, en tonos beige y dorado, que alguna vez había pertenecido a su madre. Sabía, por costumbre, que no debía ir cuando el reloj marcara las 23:58, ni las 23:59, porque llegaría temprano y debería esperar a Matías, ella odiaba esperar, creía que era impaciente por naturaleza. Tampoco debía ir a las 00:01, ni a las 00:02, porque sino él tendría que esperar y no sería justo para ninguno de los dos. No sería justo para él, que estaría sentado afuera en la fría madera del tejado a la espera de su llegada, y no sería justo para ella, que descontaría los minutos que pasaría a su lado.
Así que a las 00:00 se cerraba el trato. A ambos les gustaban sus encuentros, ambos se asomaban a la misma hora por la ventana de sus habitaciones, se sonreían y se sentaban en el tejado de la casa de Clara a contar las estrellas y si el cielo no estaba para ello, comenzaban por como había estado su día... Luego la conversación se profundizaba.

Desde la altura de aquel tejado, para ventaja suya, había una gran vista. La zona en la que vivían ambos estaba ubicada en una parte muy alta de la ciudad, a su vez, no vivían lo suficientemente cercano al centro de la misma como para que las luces de los edificios y de las calles les impidieran disfrutar de los astros.

Así que, miró su reloj una vez más, contó en su mente los pocos segundos que quedaban de aquel día y sonrió cuando la manecilla del mismo se colocó al norte. Asomó su cabeza por la ventana, apoyándose con una mano en el marco, y vio como de la casa de al lado, se asomaba otro rostro. No se asustó, no se sorprendió, sino que sonrió, porque la otra cara también le devolvía la sonrisa.

Matías cruzó el poco espacio que había entre su casa y la de Clara, la ayudó a subir al tejado, y luego subió él, sentándose a su lado.

La miró a ella, luego al cielo. —No hay muchas estrellas hoy –murmuró, dirigiendo su vista hacia allí—, solo veo cuatro...

—Allí hay otra —Clara señaló hacia el horizonte, más a la derecha, casi perdiéndose entre tantas nubes, luego volvió la vista hacia él—. De verdad te apoyo en eso de comprarte unos lentes, te hacen falta. —bromeó, codeándole un poco, él se hizo el ofendido por unos segundos, no duró mucho, de todas formas. No se podía ofender nunca con Clara.

—Y tú estás cada día más grosera, deberías seguir trabajando en esos ejercicios que te manda tu psicóloga... Esas cosas raras de control de la ira, ya sabes. —Le guiñó un ojo y rió tontamente. Quizás otra persona en su lugar se hubiera molestado, posteriormente lo hubiera tirado a Matías del tejado y dejado que esta vez sí se torciera el tobillo, pero Clara no, estaba consciente de muchas cosas y estaba consciente de que las bromas de Matías nunca eran con malas intenciones, lo conocía. Ella también sabía que nunca podía ofenderse con él. Admitía que quizás la vieja Clara se hubiera molestado por el mal comentario de su amigo, hubiese cruzado los brazos y, terca, como solía ser, no le hubiera dirigido la palabra en días... Y quizás la actual también, quién sabe, pero no podía con Mati, porque con él siempre era todo un poco diferente... Así ella no se diera cuenta de ello, o así no tuviera el suficiente coraje para admitirlo en voz alta.

Por cada noche (a tu lado) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora