XI: A los ojos de Matías

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Aquella noche a finales de noviembre había marcado un antes y un después en su rutina

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Aquella noche a finales de noviembre había marcado un antes y un después en su rutina. Noches que anteriormente dedicaba a salir con sus amigos o a permanecer en casa mirando alguna que otra película, ahora le pertenecían a Clara. Y eso, para él, estaba más que bien. Clara era su mejor amiga, y quizás también la única persona que lo hacía sentir bien consigo mismo después de un mal día.

Recordaba vívidamente lo que dio el inicio a tales encuentros; no solamente por lo importante que se había vuelto Clara para él tras dicha noche, ni por el susto que se pegó al caer de aquel tejado o la vergüenza que sintió al ser llevado al hospital por el papá de Clara —pues su madre permaneció al cuidado de sus hermanos—, sino por lo primero que pensó al verla a ella asomando su sorprendido rostro de aquella ventana, la misma que llevaba siendo testigo de cada una de las noches que venía pasando a su lado.

"Que linda, pero... No entendí una mierda". Tiempo después, descubriría que Clara era fanática de aprender otras lenguas e incluso había hecho el intento de enseñarle un poco a él, algo en lo que no le fue muy bien...

Esa torpe caída había tenido como consecuencia un severo dolor de cabeza a causa del susto que se había llevado y que los siguientes fines de semana comenzara a acompañar a Clara en su insomnio, para luego volverlo una costumbre diaria.

La primera noche fue la más especial de todas. Solía describírsela a ella como un tanto extraña, pero también como el paso necesario para que ambos se volvieran cercanos.

Noches anteriores había comenzado a observar como su vecina de al lado le dedicaba su insomnio al cielo, posada en aquel tejado durante horas sin ninguna compañía más que ella misma. Y a pesar de que eso le pareció extraño, tuvo que admitirse a sí mismo que el hecho de que él la observara de tal manera en un principio también lo era y de que eso, al mismo tiempo, la hacía verla de forma diferente que a las demás chicas.

— ¿Puedo acompañarte un rato? —fue lo primero que le dijo una vez juntado el coraje suficiente para dirigirse a ella, tomándola por completa sorpresa.

Ella lo observó de arriba abajo, como si no lo reconociera y luego simplemente asintió sin decir una sola palabra. Pronto Matías aprendió que hacerlo era algo que la caracterizaba. Clara siempre lo observaba —y lo analizaba— todo.

También aprendió que no era una persona de muchas palabras al principio y que la timidez que lucía a simple vista era algo que se desvanecía si en verdad deseabas conocerla.

Y él quería conocerla, así que se lo demostró.

— ¿Y es que quién en su sano juicio se sube al tejado de su vecino para escaparse de su casa? Si esta fuera la habitación de mi padre, lo primero que hubiese pensado es que eras alguien queriendo entrar a la casa —Rió para luego negar con su cabeza. Era la primera oración completa que emitía en toda la noche—. No creo que ninguna fiesta valga tal caída.

— Iba a estar muuuy buena —le respondió él—, al parecer sí lo estuvo pero... Me lo perdí. Encima de que pasé rato esperando en la sala de emergencias, obvio que cuando llegué no pude salir. ¡Mi madre estaba tan enojada!

Lo cierto era —aunque nunca se lo contó— que no solo quería asistir a aquella Fiesta de Graduación por el simple hecho de salir a bailar con sus amigos y porque las fiestas del Colegio Bernardo Saralegui se caracterizaban por ser de las mejores de la ciudad, sino porque también iría su ex, con la que habían cortado hacía tan solo unas semanas.

—Esas fiestas nunca me han llamado la atención —admitió Clara­—, es más, cuando me toque graduarme no creo asistir, en mi mesa solo estaríamos mi padre y yo, de seguro la cena más incómoda en la que podría estar —soltó una risa que a lo lejos denotaba ser falsa, pues tales palabras solo habían logrado dejarle un sabor amargo en la boca a Matías. Pensaba en que si de esa manera se había sentido él, quizás para ella era aún peor.

— ¿Y tu madre? —fue lo primero que le vino a la mente ante tales palabras y lo primero que soltó, sin mediar el impacto que ello causaría en Clara.

Y es que... ¿Cómo sabría él que esa misma noche Clara terminaría por contarle del trágico accidente que había sufrido su familia hacía tan solo unos pocos años y en el cual, lamentablemente, su madre no había sobrevivido?

En cuanto ella terminó de contarle lo sucedido, una incomodidad invadió a Matías por completo. Nunca sabía cómo reaccionar ante situaciones así y por eso mismo siempre intentaba evadirlas. Sin embargo, su desesperada búsqueda por encontrar temas de conversación con Clara lo habían llevado a escuchar su historia y ahora, simplemente no podía mirar hacia otro lado.

—Lo siento mucho. —le dijo tras escucharla, aunque ella parecía perdida mirando hacia las estrellas. Notó como un escalofrío le recorrió la piel y ella se abrazó a sí misma, ¿sería entonces la nostalgia, la angustia? No era una noche fría, a pesar de aún no haber entrado el verano.

— ¿Recuerdas la película de "La Princesa y el Sapo" que solían transmitir en Disney Channel? Aunque creo que de vez en cuando la siguen pasando... —preguntó en el falso intento de disimular su fanatismo por las películas de niños, aquellas que tanto le gustaban y que, al mirarlas, la llevaban a los recuerdos con su madre, algo que Matías terminaría por descubrir aquel mismo verano.

— La recuerdo, sí —admitió él— el canal de Disney está en cada TV de la casa, todos los días, a toda hora... Desventajas de tener hermanos menores —rió y negó con la cabeza, para luego volver al tema principal—. ¿Por qué lo preguntas? —le cuestionó sin querer divagar mucho más.

Clara lanzó un largo suspiro y tragó saliva, luego giró su rostro hacia él, aún pensativa lo miró un buen rato, como si aún estuviera dudando si contarle lo siguiente.

Matías esperó y aunque normalmente se caracterizara por ser una persona bastante impaciente, no quiso presionarla pues supuso que hablar del tema no era algo fácil para ella. Es más, ¿para quién lo sería? Eso lo hizo pensar en sus padres y en lo duro que sería para él perderlos, tal cosa era algo que ni siquiera deseaba imaginárselo.

—Porque... —habló Clara, interrumpiendo sus pensamientos, para ese momento ya había vuelto su mirada el cielo, el cual siempre parecía atrapar su atención—, está este personaje, su nombre es Ray y es una luciérnaga... Y él perdió a quien amaba, su "Evangeline", diría él —Clara echó una carcajada tras mencionar el nombre de dicho personaje e hizo comillas con sus dedos al mencionarla—. Tras morir, ella se convirtió en una estrella en el cielo —hizo una pausa, como esperando una respuesta de su parte, sin embargo, Matías prefirió esperar a que ella prosiguiera—. Sé que mi madre no fue una luciérnaga, pero juro que ella brillaba... Y nos iluminaba. A veces me aferro a la idea de que ella pasó a ser una de esas tantas estrellas que admiro cada noche y que me sigue iluminando, pero desde otro lugar.

"Wow..." —fue lo primero que pensó Matías ante tal confesión. Le gustó ese arrebato, ese ligero momento lleno de impulsividad que lo hizo pensar en que Clara era una persona que valía la pena conocer. Pensó, también, en que nunca antes le había prestado la atención que ella en verdad se merecía, a pesar de conocer a todo su usual grupo de amigos.

—Eso... Simplemente me pareció hermoso. —le sonrió y al mismo tiempo, sintió la fuerte necesidad de abrazarla, de brindarle su apoyo, pero recordó que apenas la conocía, que el hecho de que ella le contara dicha historia y sincerara sus sentimientos con él, no significaba que entre ambos había la suficiente confianza. No quería invadir su espacio y terminar por alejarla, así que decidió reservar ese abrazo para otra ocasión, la cual estaba seguro de que llegaría.

Y así fue. Él se aseguró de ello, pues algo en su interior le decía que Clara no solamente sería su amiga, sino aquella persona capaz de rearmar su corazón hecho pedazos. La intuición, dirían algunos.     

Por cada noche (a tu lado) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora