VIII: ¿Qué ves cuando me ves?

878 27 5
                                    


El padre de Clara ni siquiera intentó seguirle el rastro, suponiendo que sería mejor dejarle un rato a solas para procesar aquello que acababa de contarle, sabía dentro suyo que no sería algo fácil de comprender pero esperaba que su hija finalment...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El padre de Clara ni siquiera intentó seguirle el rastro, suponiendo que sería mejor dejarle un rato a solas para procesar aquello que acababa de contarle, sabía dentro suyo que no sería algo fácil de comprender pero esperaba que su hija finalmente se sintiera feliz por él y por la nueva persona que pronto entraría a sus vidas. Clara lo era todo para él, aunque muchas veces olvidara mencionarlo y no fuese la mejor persona para expresar sus sentimientos, tal cosa era algo que se le había comenzado a dificultar tras el fallecimiento de su mujer, quien había sido el verdadero amor de su vida.

Que Clara aceptara a su nueva pareja, significaría para él una de las mejores noticias en muchos años.

Cada uno decidió encerrarse en su habitación y mientras el papá de Clara logró dispersar su mente en unos pocos minutos, Clara no podía dejar de pensar en ello, incluso así lo intentara con todas sus fuerzas, su mente volvía a divagar por aquello que acababan de soltarle.

Lo sentía como un verdadero escupitajo y se preguntó a sí misma que pensaría su madre si los estuviese viendo, si estuviese viendo la reacción tan inmadura que ella le había soltado a su padre. Su madre jamás le había permitido que les faltara el respeto. Clara se sintió avergonzada, e incluso pudo imaginarse a su mamá dándole una reprimenda aunque cada día le costaba más recordar el tono de su voz, eso le entristecía y de repente, sintió que eran demasiadas cosas para procesar y para que su pequeño corazón soportara.

Clara se levantó de la cama para poder visualizarse en el espejo.

Su cabello, el cual hacía poco había cortado por la altura de los hombros, se encontraba completamente enmarañado por moverse tanto por encima de la almohada.

Al mirarse a los ojos, quiso llorar pero se forzó a no hacerlo. —No puedo, no quiero... No debo. —se repitió con un hilo de voz apenas audible. Hacía mucho tiempo que no se daba el lujo de llorar y aunque sabía que eso estaba mal, prefería mantenerse así, mintiéndose a sí misma e intentando convencerse con que era una persona fuerte, la misma en la que deseaba convertirse pero que sabía, jamás lograría ser.

Minutos antes de las 00:00, como de costumbre, se asomó a la ventana de su habitación. Quería darse unos minutos a solas y llevó consigo una manta por el frío que hacía afuera, aunque temiera resfriarse, no quería fallarle a Matías, pues tal cosa sería algo que jamás se perdonaría.

Se encontraba envuelta en sus pensamientos y con la mirada perdida en las estrellas cuando sintió su presencia a su lado, ni siquiera había sido capaz de hacerlo con todo el ruido que él había generado al subirse al tejado, pero el perfume que solía usar era prácticamente imposible de ignorar. Aquel aroma a menta que tanto le caracterizaba...

—Alguien llegó un poquito más temprano hoy, me parece... —él rió por lo bajo, mientras Clara volvía a situar su mirada en las estrellas, temía que al mirarla, Matías se

diese cuenta que no se encontraba siendo ella ese día, que otra Clara que solía ser un poco más triste había tomado su lugar.

Clara forzó una risa con la que cualquiera podría haberse dado cuenta de que no era real, aunque en un principio Matías pareció bastante convencido al respecto y Clara se sintió triunfal.

—Sentí el llamado del cielo aquí, supuse que valía la pena aunque te estuviera traicionando —hizo una pausa, pensando en aquellas no fueron las palabras que hubiese preferido usar, pero simplemente fueron lo primero en lo que pensó—, ¿estás enojado? —Preguntó esta vez, un poco más insegura.

— ¿Cómo no estarlo? —le contestó él, simulando estar enojado. Supuso que había funcionado en cuando Clara volvió la mirada hacia él, en cuanto vio el dolor tomando partida en su rostro, supo que algo no iba bien.

Fue así que Clara se vio forzada a contarle lo que sucedía con su padre, con la noticia que este le había dado hacía apenas unas horas y en como esto le había afectado, a pesar de que intentó omitir su vergonzosa reacción, esta podría incluso considerarse la mejor parte de la pequeña historia. Eso o la risa de Mati al contarle, no importaba cuan vergonzoso le resultara si eso le hacía reír.

—Todo me duele —admitió ella después de un rato, al notar que Mati le seguía escuchando atentamente—, pero la parte más dolorosa es que, con cada día que pasa, ya no logro sentir la voz de mamá... Por poco me olvido como esta solía sonar, incluso cuando se enojaba conmigo. Quisiera detener el tiempo al menos un momento porque sé que con cada segundo que pasa, más me cuesta recordarla. —Tragó saliva y los ojos le comenzaron a picar, las lágrimas amenazaron con comenzar a salir nuevamente.

Mati no supo qué decir, a veces él tenía las palabras indicadas para ella, pero esa no parecía ser la ocasión. Aún así, optó por abrazarla y de esa manera, brindarle su apoyo.

Clara sentía que, con cada abrazo, entre ellos sucedía un click, como dos almas que encajaban perfectamente juntas, dos cuerpos a la medida del otro. No importaba cuan romántico sonara, para ella era como vivir su propia novela romántica dentro de la vida real, sin importar el final que esta tuviera.

Pronto la primera lágrima logró caer, y luego fueron varias otras las que empaparon su rostro.

Se sentía tan frágil, como si se fuera a romper si Matías la dejaba de abrazar así sea un segundo, pues así se sintió en cuanto él se apartó y su alma pareció recobrar vida en cuanto él acercó su mano hacia su mejilla y acarició su rostro, proporcionándole una calma que nadie nunca había podido darle.

— ¿Qué ves cuando me ves? —le cuestionó Clara, mirándole directamente a los ojos. Inmediatamente se arrepintió de haberle hecho tal pregunta. Se sintió torpe, como si no se cansara de hacer el ridículo.

—Pues... —Mati pareció pensar, como si buscara las palabras correctas y aún así estas aún no quisieran ser encontradas—, te veo a ti, pero no sé qué se supone que debería contestar.

A Clara se le encogió un poco el corazón, sintió como si este fuera apretado y estrujado entre sus dedos. Intentó convencerse de que Matías no había leído tantas novelas románticas como ella lo había hecho en el pasado y aún seguía haciendo.

«Veo a la persona que adoro con todo mi corazón».

Clara pensó en que esa hubiera sido la respuesta indicada, porque esa hubiese sido su respuesta si la pregunta la hubiese formulado él.

En su lugar, eligió negar con la cabeza y apartar dichos pensamientos para no arruinar más aún el momento. Ni siquiera valía la pena pensar en ello, pues de seguro eran tonterías invadiéndola por su reciente sensibilidad.

Aprovechando aquel momento de sinceridad, decidió llevar a la conversación una pregunta que le venía carcomiendo desde hacía días enteros y que sabía que si no obtenía una respuesta pronto, esta no saldría de su cabeza.

—Voy a preguntarte algo y quiero que me digas la verdad. —dijo con determinación y dispuesta a obtener las respuestas que tanto necesitaba.

Matías asintió pero de inmediato la duda se implantó en su rostro. Clara tomó una gran bocanada de aire y con el último rastro de valentía que le quedaba dirigió una severa mirada, en señal de que aquello iba en serio.

— ¿Es cierto lo que los rumores dicen? ¿Volverás con tu ex?

Por cada noche (a tu lado) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora