IX: La única

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La confusión se apoderó del rostro de Matías en primer lugar, para luego ser reemplazada por la gracia y la burla

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La confusión se apoderó del rostro de Matías en primer lugar, para luego ser reemplazada por la gracia y la burla. Clara se sintió patética y no supo como reaccionar al respecto, así que decidió simplemente esperar a que aquel confuso episodio acabara.

Pronto la sensatez pareció volver a él y tras lo que parecieron minutos interminables, finalmente se decidió a hablar, para suerte de Clara, quien estaba a punto de arrancarse la cutícula de las uñas ante el nerviosismo y expectativa que la situación le generaba.

—Sabía que pronto la gente comenzaría a hablar, pero sinceramente, no esperaba que los rumores corrieran tan rápido dentro de esos pasillos... —Chasqueó la lengua y negó con la cabeza sin siquiera dirigirle una mirada a Clara, quien parecía estar atando cabos en su mente a medida de que Matías hablaba, ¿acababa de confirmarle entonces ese amargo rumor? Eran muchos los que recorrían los pasillos de aquel colegio al que asistían, especialmente al vivir en una ciudad tan pequeña como era la suya, sin embargo, Clara, quien acababa de conocer la esperanza y se estaba comenzando a acostumbrar a ella, deseaba que de una vez por todas la suerte jugara de su lado.

Ya estaba harta de las malas noticias.

—Entonces... —dijo dirigiéndole una dura mirada a Matías, tratando de cubrir su fragilidad y en la espera de que este confirmara las malas noticias de una vez.

—Y entonces no, no volveré con ella —aseguró para su alivio —, sé que es algo que cuesta creer, especialmente cuando la gente suele mentir tanto con respecto a las vidas ajenas... Pero Agustina y yo no volveremos, lo que queda entre nosotros es solo... Amistad.

Clara suspiró, al parecer había estado sosteniendo el aire a medida que Matías hablaba y sus últimas declaraciones habían permitido que ella volviera a respirar con tranquilidad y que su corazón recobrara su usual ritmo cardíaco. 

Él rió ante tal reacción y sentándose de costado, incluso arriesgando en caerse nuevamente de aquel tejado, tomó ambas manos de Clara entre las suyas.

—Clara... —susurró, llamando su atención —. Tú —dijo señalando su frente con el dedo índice de su mano derecha—, eres —prosiguió, esta vez bajando hacia su nariz —... La única. —Finalizó en sus labios, sellando aquellas palabras que le sabían tanto a sinceridad con un beso en la boca.

—¿La única? —Rió ella con nerviosismo tras separarse de aquel beso tan fugaz, pero especial al mismo tiempo.

Él solamente atinó a asentir y sonreírle, pues pronto el golpeteo de unos dedos lograron distraerlos de aquella atmósfera tan mágica en la que se encontraban envueltos segundos antes.

El rostro del papá de Clara, Gerardo, fue el que se asomó a través del marco de aquella ventana y con dureza a su vez, se dirigió a su hija, quien se encontraba mirándolo con los ojos abiertos como platos: —Clara, entra a tu habitación ahora mismo.

Gerardo ni siquiera se inmutó ante la presencia de Matías, quien sin decir una sola palabra de despedida, retornó su camino hacia los escasos metros que lo separaban de la ventana de su balcón.

Clara, con el rostro rojo de furia y vergüenza por la intervención de su padre, entró de mala gana a aquella habitación, que ante tal invasión a la privacidad, ya no sentía como suya.

Ambos se miraron fijamente con los brazos cruzados sobre sus pechos, Clara parecía estar a punto de enloquecer, pues el hecho de que su padre simplemente se mantuviera observándola sin siquiera emitir una palabra después de tal humillante escena, le hacían perder la poca paciencia que aún le quedaba.

— ¡¿Qué?! —le preguntó, quizás en un tono más alto del que esperaba pero con la misma intención: que su padre le dijera, aunque sea, algo.

Él negó rápidamente con la cabeza, dirigió la mirada hacia el suelo y luego, de nuevo hacia ella.

—Me encuentro sin poder dormir, preguntándome como estarás y tras entrar a este cuarto veo que... —hizo una pausa—. Estás más que bien, eh. —apretó los dientes y la mirada se le endureció aún más—. ¿En qué estabas pensando, Clara? ¡Son la 1 de la mañana! —dijo tras cerciorarse en su reloj—. Estamos en pleno invierno, en plena época de clases y tú perdiendo el tiempo, horas de sueño, por pasar la noche con un chico que a duras penas conoces.

Esas últimas palabras le pegaron como una patada en el estómago a Clara. Pronto comenzaba a sentirse tan pequeña e indefensa allí, solamente deseaba volver a los brazos de Mati y recuperar aquella seguridad que parecía que solo él podía brindarle. Aún así, no estaba dispuesta a perder aquella batalla contra su padre.

— ¿Preocupado por mí, papá? —rió de forma exagerada—. Pues me alegro, ¿sabes? Por primera vez en cuatro años pareces hacerlo. —negó con amargura, un nudo se le formó en la garganta y ante eso, temió que al intentar volver a hablar, las palabras no le salieran.

—No llevo más de dos malditos años pagándote un estúpido loquero para que seas tan malagradecida, Clara.

¿Un loquero? ¡Lo que le faltaba! Clara no podía creer que su padre, quien en primer lugar había tenido la idea de llevarla ante un psiquiatra, ahora se lo recriminara en la cara.

—Pues tengo una mejor idea —dijo esta, tras procesar durante unos segundos lo que diría a continuación—. ¿Por qué no mejor, a la próxima, dejas de reflejar tus sentimientos en tu hija de dieciséis años y tomas tú la decisión tan madura de comenzar a tratarte?

Tras dicho eso y observar la confusión apoderándose de su padre, Clara aprovechó el momento para empujarlo nuevamente al pasillo que conectaba las tres habitaciones —la suya, la de su padre y la de huéspedes— y librarse de tal situación.

—Muchos de lo agradeceríamos. —Finalizó, para luego cerrar la puerta ante su rostro y luego poner tranca en la misma.

Quizás ella, a su corta edad, era la menos indicada en dar cátedra con respecto a madurar y afrontar los sentimientos, sin embargo, el tener a su padre haciendo el papel de señor preocupado luego de tantos años de pasar de ella como si nada, lograba sacarle canas verdes, y es que el problema no era solo ese, acababa de interrumpirle un momento sumamente mágico con Matías.

Y aún así, a pesar de que dicho momento fuese arruinado, ella no podía dejar de repetirlo en su cabeza.

Y es que ella... Ella era la única para él, y con eso le bastaba.

Por cada noche (a tu lado) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora