II: Después de cada pastilla

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Los cambios que habían conllevado ese año no eran tantos, sin embargo, Clara no lograba acostumbrarse a ninguno de ellos. Había comenzado con una mala racha desde los primeros días, llegadas tardes, regaños de los profesores, ¡no podía creerlo! Ella nunca había parecido tan indisciplinada.

Esperaba al menos más adelante, vivir cambios para verdadero bien.

Entró a la oficina de su psiquiatra con una sonrisa en el rostro, asistía allí cada semana y, como le había sugerido Mati noches atrás, intentaba contarle cosas buenas. Pero ese día su mente estaba en blanco. ¿Qué podía decirle? Si no había nada bueno que contarle. Su último recurso era mentir.

—Buenos días. —le saludó la doctora, María, con esa sonrisa que nunca se iba de su cara, como si estuviera fijada allí con silicona.

—Tardes. —le corrigió Clara con amargura, aún así intento regalarle la sonrisa más grande posible. Sus labios temblaban.

—Cierto —le dio la razón. Punto para ella. El lado autosuficiente de Clara sonrió orgullosa y aplaudió mentalmente—. En fin, toma asiento.

Debajo de los ojos de la doctora, se veían reflejadas las horas de trabajo que tenía allí, sumándole también las pocas horas de sueño de las cuales ella siempre comentaba. Durante los seis meses que venía asistiendo a consulta con esa misma doctora, había averiguado más de su vida de lo que ella podía decir sobre Clara.

¿Qué podía decir? Bien, era una chica la cual había sufrido una pérdida grande en su vida: la de su madre. ¿Que si no la superaba? ¡Claro que no! No creía poder superarla nunca.

Y aunque ella no lo creyera así, Clara había seguido con su vida, había seguido adelante.

Clara sabía con certeza que la persona que debía estar en su lugar en aquellos momentos era su padre. A veces se preguntaba si él de alguna forma podía verse reflejado en ella. Estaba segura de que él no había superado la muerte de su madre, menos aún, poder seguir adelante con su vida, pues se había encerrado en una burbuja de dolor para sí mismo.

No importaba cuantas veces Clara intentara hablar con su padre con respecto al tema, en realidad, nunca lograban hablar sobre nada, Gerardo siempre se negaba a seguir una conversación con su única hija.

—Bien, Clarita —puaj—, ¿cómo sigue el comienzo de clases? ¿Difícil?

Más que difícil, imposible. Pero no pensaba hablarlo con ella.

—¡Ah! Va bastante bien, me parece que incluso va perfecto. A mi parecer... A pesar de lo que pueda venir, ¡va a ser un año genial! —le dedicó una sonrisa gigantesca que seguramente lograba verse de lo más falsa.

Quizás había sonado demasiado optimista. A decir verdad, Clara era pésima mintiendo, incluso, mientras hablaba, sus manos no paraban de temblar.

Por cada noche (a tu lado) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora