No toques al emo blanco

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Bien, eso no era lo que los chicos se esperaban al llegar al supuesto peor lugar del inframundo. En definitiva una biblioteca no era del todo el infierno presentado ante sus ojos, es decir, la dislexia sí que era una molestia al intentar leer pero esto era demasiado absurdo, incluso para ser una broma.

- No sé qué pasó. Se suponía que llegaríamos de inmediato o al menos estaríamos cerca - Les dijo Nico mientras miraba a su alrededor.

- ¿Estás seguro que estabas concentrado? - Preguntó Percy inocentemente, no le molestaba retrasar un poco su entrada a un sitio parecido al Tártaros; el pelinegro menor lo miró de mala manera.

- Venga, tranquilos. No pudimos habernos desviado tanto, al menos estamos en el inframundo. ¿No? - Trató de detenerlos Jason.

Nico se encogió de hombros. - Pensé en el peor sitio que hubiera en el inframundo sin llegar al Tártaros, supusé que funcionaría -.

- Suena como si no supieras cómo llegar al último círculo o lo que sea que ese lugar sea en verdad - Reclamó Percy.

Y sin duda tenía razón. Por la expresión preocupada de Nico, cualquiera podría adivinar que el joven no tenía ni idea de cómo llegar a su terrible destino. Jason suspiró dramáticamente. La misión parecía cada vez peor.

- ¡Niño! - Se escuchó gritar a sus espaldas. Giraron todos en dirección a la voz solo para encontrarse con un diosa de la primavera muy molesta. - Tú padre te estaba buscando, siempre me deja todo a mi. Buscarte, ayudarte, cuidarte, siempre. Todo yo, ese hombre no tiene un poco de consideración conmigo -.

Los chicos la miraron como tratando de adivinar si lo que decía era en serio. Todos sabían que Nico no era su persona favorita pero a la vez no era un secreto el que ella no tuviera más responsabilidad que el permanecer a lado de su marido. Actuar como si sacrificara mucho por su hijastro no le quedaba nada bien.

- Ahora entiendo cómo es que llegamos aquí - Susurró Percy, adivinando que estar en cualquier sitio con su madrastra sería para Nico lo peor.

-No tengo tiempo para esto - Gruñó Nico. - Iré a ese lugar, dime dónde está la entrada - Le exigió el pelinegro a la diosa.

- ¿Ese sitio? - Preguntó la Diosa con una ceja levantada. Miro unos segundo a Nico, su rostro pareció perder un poco el color. - Oh, "ese sitio". Vaya, no creo que tu padre esté feliz con eso. ¿Es por el alma de esa niña? Tu padre me lo contó todo - Le respondió, entendiendo perfectamente la situación y disfrutando totalmente del drama.

- Pero a ti te hará muy feliz, dinos cómo llegar - Reclamó el chico.

Los otros dos jóvenes les miraban con asombro e incomodidad. No solo por el hecho de estar hablando con una diosa, cosa que no les hacía mucha gracia, sino porque se sentían en medio de una pelea familiar.

- Mmm... -. La diosa se puso a mirar a su alrededor, luego al techo de la gran biblioteca y finalmente a Nico como si estuviera meditando sobre qué color de vestido usar ese día. - Esta bien -. Respondió al fin. - Pero a cambio tráeme una flor de las que hay allí abajo -.

Los chicos intercambiaron miradas pero asintieron al mismo tiempo.

- Sólo debes ir lo más lejos posible del palacio; en los límites de los campos de castigo, golpea el suelo tres veces y listo, encontrarás la entrada al noveno - Les explicó con aburrimiento.

Skeleton's love (Nico Di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora