Capitulo 11

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Capítulo 11

-Estaba riquísimo.

Comenté después de dejar la servilleta en la mesa, la cena había sido increíble. No paramos de hablar y reír, como era normal en nosotros. De sus grabaciones, de mis maquetas, y de la vida en general.

-Te he traído un regalito...

Sonreí mientras él se levantaba y abría su maleta para coger un pequeño paquete. Me lo dio mirándome a los ojos, lo cogí.

-¿Y esto?

-Lo vi, y me acordé de ti.

Era un sobre pequeño, lo abrí con cuidado y me encontré unos pendientes, le miré y estaba sonriendo, volví a mirar los pendientes, eran tan bonitos. Llevaban una concha de mar al final de ellos.

-Me encantan.

-El mar, (volví a mirarle) para ti, mi mujer océano.

Sonreí aún más fuerte, me levanté, dejando los pendientes encima de la mesa, y me acerqué a él. Me senté en su regazo, rodeé con mis brazos su cuello y le besé. Me levantó con cuidado, y me estrechó fuerte entre sus brazos, bajó sus besos a mi cuello, y me dejé llevar. Me soltó para que pudiéramos andar hacia nuestra habitación, y allí dejarme sentada en la cama. Se quitó la camiseta mientras me miraba, sonrió volviendo a besar mi boca. Me había echado de menos y lo noté cuando me estiró con ganas en el colchón, algo raro en él. Siempre había sido cariñoso, pausado, nunca habíamos hecho nada diferente, nada fuera de lo normal. No me importaba, supongo que legaba donde quería y disfrutaba igual. Aunque a veces echaba de menos esa locura que tenía antes. Con Malú era algo explosivo, siempre teníamos algo nuevo en nosotras, conociéndonos aún más cada vez que nos uníamos. Era... mágico. Era nuestra propia libertad. Nuestra locura. Malú era... mi locura. Pero, ¿Qué estaba haciendo? Abrí los ojos al darme cuenta que me acordaba de ella. Y me encontré a Álex que también me miraba. Acarició mi mejilla.

-¿Estás bien? (Me susurró)

Asentí, me sonrió e hice lo mismo y volví a besarle mientras le daba la vuelta y me quedaba encima de él. Se sorprendió y me gustó. Le sonreí mientras me sentaba encima de él y me quitaba mi camiseta y la tiraba al suelo. Ahora estábamos en igualdad de condiciones. Volví a bajar hacia su rostro, pero esta vez mis labios fueron a su oreja, la lamí, y mordí a mi antojo. Le oí gemir, y su respiración iba más deprisa. Hasta que me dio otra vez la vuelta y me miró, bajó sus pantalones, junto su ropa interior, y los tiró en medio de la habitación, seguidamente beso mi cuello, bajó hasta mis pechos y ahí se entretuvo hasta bajar hasta mi pantalón, se deshizo de él segundos después. Mi ropa interior desapareció mientras besaba mis muslos, y mi respiración agitada inundaba la sala. Subió a mis labios y los besó, jugueteo con nuestras lenguas mientras entraba en mí, despacio, con calma, me relajé y llegamos a lo más alto mientras su respiración rozaba mi oreja.

-Alex...

Dije su nombre mientras estaba abrazada a él en la cama, mirando por el gran ventanal que había en la habitación, esperando que el sol hiciera su entrada para empezar un nuevo dia.

-Dime.

-Tengo... tengo, yo...

Me moví, y dejó de abrazarme, me senté en la cama y le miré.

-Yo... Tengo que contarte algo...

Noté que se ponía serio, cruzo los brazos esperando que le dijese algo más. Me puse nerviosa, pero al pensar en lo que iba a decirle sonreí, y parece que se rostro se calmó.

-Vamos... vamos a ser... (Respiré) Vamos a ser padres.

Sonreí aún más fuerte y respiré aliviada después de decir esas palabras. Me sentía feliz. Pero mi felicidad se esfumó cuando Alex se levantó deprisa y se vistió.

-Alex...

No me contestó, me tiró mi ropa en la cama.

-Vístete.

-Pero...

-¡Qué te vistas!

No entendí esa reacción, me quedé quieta, mirando como él se vestía a toda prisa. Cogí la ropa la colcha y la apreté junto a mi pecho. No hice un movimiento más. Cuando Alex se dio cuenta que no le hice caso me miró.

-¿Me puedes decir dónde vamos? (Le pregunté con miedo)

Se sentó en la esquina de la cama, y escondió su cara entre sus manos.

-No puede pasarnos esto ahora, Vanesa.

-¿Pasarnos el que?

Estaba a punto de perder la paciencia, no quería escuchar lo que me parecía estar a punto de oír. Levantó su cara, y me miró.

-¿No te das cuenta? No podemos tener un hijo. (Se levantó) Nosotros no. ¡Nosotros somos diferentes! ¿Cómo vamos a tener un hijo? ¿Y nuestras carreras? Se sabrá que estamos juntos... ¡No puede ser!

Le miré con rabia, ¿Qué no podía ser? ¿Tener un hijo? No podía creer que estuviese hablando así. ¿Y donde quería ir? ¿A escondernos del mundo? Estaba llegando a mi límite. Me levanté de la cama, y me vestí. Estaba a punto de cruzar la habitación y se puso delante de mí, me miró pero yo tenía la mirada fija en el suelo.

-Todo irá bien... (Sonrió) Iremos a una clínica de un amigo y lo solucionaremos.

Le miré rápido después de oír aquello. ¿Qué estaba diciendo? Se había vuelto loco, había vuelto el Alex que no reconocí aquella noche. Sus manos apretaban fuerte otra vez mis brazos. Cogí aire, y hablé.

-Suéltame Alex. (No lo hizo)

-Pero Vanesa...

-¡He dicho que me sueltes!

Por fin lo hizo, di un paso hacia delante y abrí la puerta.

-Fuera.

-(Sonrió) No digas tonterías...

-Alex, o te vas por las buenas o por las malas...

Dejó de sonreír, y yo, ahí de pie, mis piernas me temblaban y en la garganta un nudo que paneas dejaba que respirase, ganas de llorar, tristeza, rabia, y miedo, tenia mucho miedo.

-Esto no quedará así Vanesa...

Dijo mientras salía de la habitación y se dirigía a la puerta de la entrada. Dio un portazo como despedida, mi espalda se pegó contra la pared, y me deslicé para a cavar sentada en el suelo, llorando.

-Basta Vanesa...

Me susurré a mi misma que esto se tenía que terminar, que tenía que ser fuerte, y luchar por lo que quería. Alex no era así, o quizás, yo nunca lo había visto así. Me levanté con cuidado, busqué un poco de agua, cogí mi bolso, y marché de casa. Cogí el coche que tenía aparcado en la puerta y arranqué. Sin ninguna dirección prevista, sin ningún fin de acabar en algún sitio. Simplemente, dejarme llevar. Y ahí acabé, aparcada delante de la casa donde había pasado tantas y tantas horas. Oí a unos perros ladrar, y sonreí al recordarlos, y sonreí aun más viendo a la persona que les perseguía para que se metieran dentro de la casa. Y de repente, me vio, y dejé de sonreír, se acercó y bajé del coche, sin pensarlo.

-Vanesa... ¿Qué...

No dejé que terminará, la abracé mientras escondía mi cabeza en su cuello.

-Lo siento tanto, Malú...

En la cola del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora