❝ Pasé mis brazos por sus hombros hasta juntar mis manos detrás de su cuello, acercándome más a él. Sus manos se pasaron por mi cintura y quedaron posadas ahí. Levanté mi cabeza y lo miré a los ojos ―. Me vuelves loca ― las palabras salieron de mi b...
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Durante la noche, se me hizo casi imposible dormir. Tenía un dolor de estómago terrible, no era como si estuviera mal de la panza, era algo más como que... el estómago se me revolvía cada segundo. Y no eran las típicas mariposas, eran más bien rinocerontes.
Tampoco pude dejar de pensar en Isaac. En sus ojos azules que me cautivaban, en sus labios, que se veían tan hermosos desde mi punto de vista. Tenía tantas ganas de probarlos, de besarlo tanto suave como salvajemente. Tenía ganas de pasar mis manos hasta su cuello y enredar los dedos con su cabello rubio oscuro y rizado. Tantas ganas de sentir su toque, de que él pase sus manos por todo mi cuerpo y que me vea como soy.
Ganas de contarle la verdad, de dejar de mentirle a todos.
Se me hizo imposible olvidar como se sentía el simple toque de su mano en mi cintura. Ayer, cuando todos se encontraban en la fiesta y yo en el cementerio junto con Isaac, él se ofreció por llevarme a casa, y yo no pude convencerlo para que vuelva y no se preocupara, pues había llegado en auto y le confesé que eso de conducir no se me daba bien, por lo que él condujo. Recuero haberle dicho ― No te asustes, Isaac. Vivo en el bosque, junto a la casa Hale.
Recuerdo que luego de haberle dicho eso, respondió con tanta suavidad en su voz ―. Tranquila, Lena. Creí que te habías mudado, luego del incendio, pero...
Giré mi cabeza rápidamente hacia él ―. ¿Qué sabes del incendio?
Justo cuando mi boca se cerró, luego de dir eso, el auto se detuvo frente a mi casa. Nos despedimos y ambos bajamos, él yendo su casa caminando y yo entrando a mi casa.
Al entrar en mi habitación, o más bien lo que yo consideraba que lo era, abrí el armario de par en par, buscando un pijama. Luego de ponerme uno, me encaminé hacia mi cama y me recosté ahí.
Horas y horas habían pasado, y yo continuaba rodando en mi cama y cambiando de posición para conciliar el sueño, cosa que no sucedió, pero más difícil se me hizo al ver una sombra entrar por mi ventana.
Como estaba amaneciendo, la mitad del cuerpo de la sombra se iluminaba, comprobando que era una persona.
Vi como se sentaba sobre mí cama, y seguía mirándome, parecía que me veía con claridad sin importar la leve oscuridad que había.
― ¿Lena? ― preguntó la sombra y pude reconocer la voz. Era Derek Hale. Su voz parecía temblorosa y vulnerable.
― Si, tú eres Derek Hale, ¿cierto? ― pregunté con cierto temor en mi voz.
Luego de lo dicho, él pareció dolido ―. ¿No me recuerdas?
― ¿A qué te refieres? ― susurré y él no respondió ―. Espera, sabes algo de mí, ¿no es así? Sabes que no pertenezco a este lugar.
― Lena, no creo que yo deba decírtelo. Hay alguien más que debería.
