❝ Pasé mis brazos por sus hombros hasta juntar mis manos detrás de su cuello, acercándome más a él. Sus manos se pasaron por mi cintura y quedaron posadas ahí. Levanté mi cabeza y lo miré a los ojos ―. Me vuelves loca ― las palabras salieron de mi b...
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Mientras caminaba a paso lento, comencé a sentir un nudo en el estómago. Tenía un mal presentimiento, algo malo iba a pasar, o al menos algo malo para mí. Me insulté mentalmente por no haber llevado un abrigo. Si antes de subir al auto de Stiles había baja sensación térmica, ahora la había aún más, pero podía sentir la humedad en el aire, cosa que me sacó una sonrisa, yo amaba la lluvia. El frío viento sopló mi oscuro cabello haciendo que me un escalofrío recorriera mi cuerpo. Preocupada escuché como las hojas de los árboles se movían de un lado a otro y chocaban entre ellas. Me abracé con los brazos y aceleré el paso, no planeaba morir de frío esa noche, pero mi cuerpo quedó rígido al oír el llanto de una niña. Me debatí entre irme a mi casa a dormir calentita o quedarme a ayudar a la pobre niña que lloraba. Al pensarlo por segunda vez y darme cuenta de que sería egoísta y de mala persona dejarla para que se pudriera, me giré sobre mis talones y comencé a buscar con la mirada a la persona proviniente del llanto.
A un lado, sentada en el suelo y apollando su espalda sobre un árbol, se encontraba una niña en posición fetal, con las rodillas atraídas hacia el torso, rodeando las rodillas con sus manos y con la cabeza inclinada hacia adelante. Oí el sonido de un trueno y del cielo comenzaron a caer gotas de agua. Estaba lloviendo, debía irme a mi casa, pero mi lado bondadoso se apiadó de la pequeña. Seguramente estaba perdida o algo, podría ofrecerle un lugar para quedarse hasta que la lluvia parara.
Al sentir las frías gotas de lluvia sobre su cabello, la niña elevó la cabeza para mirar hacia el cielo. Eso era algo que yo hacía cuando era mas pequeña, recuerdo sentarme en una plaza mientras llovía fuertemente cuando mis padres olvidaban buscarme en la escuela. Yo no sabía cómo llegar desde la escuela a mi casa, pero sabía cómo ir a una plaza que estaba cerca.
Su llanto paró y una sonrisa se asomó en su cara cuando las gotas comenzaron a caer en su rostro mientras se secaba las lágrimas que habían caído. Parecía tener unos seis años de edad. Me concentré en ver cada una de sus facciones faciales y al ver sus ojos y luego sus mejillas, quedé paralizada. Además de tener unos hermosos ojos color celeste, tenía las mejillas repletas de suaves pecas. Pero lo que me sorprendió no fue sus maravillosos ojos, o sus delicadas pecas, sino que esa niña, esa pequeña, tenía las mismas facciones que yo, ojos celestes, cabello negro como la noche, pecas, piel pálida y delicada.
— ¿Te encuentras bien?— pregunté procurando sonar lo más amable posible, no quería ahuyentarla y que se perdiera, si es que no estaba ya pérdida, en ese caso, no quería que saliera corriendo y que se perdiera aún más.
Se sonó la nariz con un pañuelito celeste que sacó de el bolsillo de la fina camera que llevaba puesta —. No — su voz dulce y suave resonó por todas partes —. Ellos quieren matarme.
