6. Conversaciones.

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— ¿Te sientes mejor? —asiento hacia Brooks aún sabiendo que en realidad no lo estoy

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— ¿Te sientes mejor? —asiento hacia Brooks aún sabiendo que en realidad no lo estoy.

La sensación de encierro siempre me persigue por al menos, una semana, así que no, no me siento mejor.

Tomo la taza de té que me trae y la voy tomando de a poco puesto que está caliente.

Luego de salir por unos cinco minutos al jardín del edificio llamé a Brooks y le pedí que viniera porque no me gusta estar sola luego de mis episodios de claustrofobia.

Debo admitir que Erick me ayudó a no caer tanto en mi desesperación y que gracias a eso ahora no estoy tomando calmantes para aliviar la sensación de ahogo, pero eso no quiere decir que quiero contarlo.

Me da vergüenza saber que un chico que se comportó idiota conmigo y que lo odié en su momento ahora solo me agrade de la nada y quiera tener una noche con él.

Esos cambios no me gustan ni un poquito porque ahora solo pienso que se trae algo entre manos lo suficientemente grande como para cambiar de actitud hacia mí.

— ¿No quieres entrar? Ya está haciendo mucho frío aquí afuera. —niego.

—Estoy bien aquí, si quieres puedes dormir. —la escucho reír y dejo de ver el cielo estrellado para verla.

—Eres idiota, son las doce de la noche y aunque me esté cagando del frío jamás te dejaré sola. —rueda sus ojos y se adentra a la sala, dejándome por unos segundos sola en el balcón de mi casa.

Me da algo de pena que ella se quede conmigo hasta que el sueño llegue a mí solo para hacerme sentir mejor aún cuando sé que ella se está cayendo del sueño desde que llegó, pero no quiero quejarme, no quiero que me deje sola.

Cuando vuelve se trae un sillón individual y lo acerca lo más que puede hasta la puerta que separa la sala del balcón, se sienta allí y se enrolla en una sabana lo bastante gruesa como la que tengo puesta yo para luego acurrucarse en el mueble y sonreírme desde allí. —Siempre juntas, aunque sea dormida. —río y asiento.

—Gracias. —su sonrisa me da algo de tranquilidad. — ¿Por qué trajiste otro? —le señalo la otra silla tipo sillón que está frente a mí.

—Te estoy diciendo que me estoy cagando del frío. —rueda sus ojos. —No quiero resfriarme. —abre sus ojos un poco como si se le acabara de ocurrir una idea. —Pondré algo de música. —se levanta con la sabana todavía en su cuerpo y sigo tomando del té sintiéndome un poco más calmada.

Vuelvo mi vista a las estrellas y dejo caer mi cabeza en el respaldar del mueble en el que estoy sentada.

Escucho la voz de alguna cantante italiana y es una balada lo suficientemente relajante como para hacerme cerrar mis ojos, teniendo toda mi atención en ella.

—Creo que deberías recostarte un rato, no es bueno que estés tan expuesta al frío de la madrugada. —no le respondo, siguiendo con mi atención en la canción.

Mi Mala Fama ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora