14. Inalcanzable.

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Abro la puerta de mi departamento y miro hacia donde Erick, quien ya abrió su puerta y sólo está esperando a que yo ingrese, apoyado del marco de su puerta con brazos cruzados

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Abro la puerta de mi departamento y miro hacia donde Erick, quien ya abrió su puerta y sólo está esperando a que yo ingrese, apoyado del marco de su puerta con brazos cruzados.

No me gusta la sensación de que me está cuidando, mucho menos depender de alguien, pero para este punto estoy lo suficientemente jodida como para negar la mínima ayuda que me brinden.

Me apoyo del marco y lo observo desde mi posición, pensando en qué se supone debo decirle, pero todo mi orgullo se acumula y no puedo evitar soltar una pregunta que ni siquiera viene al caso.

Yo de verdad necesito toda la ayuda que me brinden, pero es que no puedo simplemente borrar de mi memoria la clase de persona que ha sido conmigo. La clase de mierda que ha querido lanzarme, y que en algunas ocasiones, tuve que aguantarme.

— ¿Sabes que no necesito que me cuides la espalda, no? —sonríe para luego soltar una risa.

—Sí, claro. —se acomoda en el marco y sigue riendo. —Es gracioso que lo digas, pero al mismo tiempo demuestres lo contrario. —pasa una mano por su cabello y juega con las llaves en sus manos.

—Creo que no lo estás entendiendo. —me cruzo de brazos. —No quiero que me cuides tú. —quito mi peso del marco y me doy media vuelta para entrar a mi casa, pero me detengo y sin voltearme completamente hacia él le hablo. —No soy de cristal, si quieres ayudarme bien, pero si lo harás y siempre te burlarás de mí entonces no quiero recibir nada de ti. —termino de entrar a la casa y antes de poder cerrar la puerta, escucho su voz de nuevo.

—Buscas cualquier excusa para mostrarte inalcanzable, inaccesible, fuerte. —frunzo mi cejas, escuchándolo. —Miras a los demás como si no fueran nada más que estúpidos seres humanos, como si fueses la reina y los demás tus esclavos. —pasa su lengua por sus labios y desliza sus ojos desde mis tacones hasta mis ojos de colores. —Tienes la apariencia de un ángel, pero por dentro está completamente podrida. —trago saliva y río, fingiendo que no me molesta que me diga esas palabras.

—Ese comentario viene de alguien que parece el demonio por dentro y por fuera. —ríe y asiente.

—Me muestro tal cual soy, no necesito fingir nada. —se quita del marco y con sus manos en los bolsillos del pantalón me lanza una última mirada. —Mañana los estaré siguiendo en otro auto. —hace un saludo militar muy flojo con sólo dos dedos y me da una sonrisa sin mostrar sus dientes. —Ten buena noche. —se voltea y cierra la puerta.

No pierdo tiempo y también hago lo mismo, sintiéndome como una completa idiota.

¿Por qué carajos discuto con él? Ni siquiera me entiendo, estoy de acuerdo con ser ayudada, pero cada vez que abro mi boca es como si no pudiese controlar a mi lengua.

Tal vez ya estoy demasiado acostumbrada a ser tan hostil con los demás que ni siquiera me doy cuenta cuando lo soy inconscientemente.

Dejo salir un suspiro y quito mis zapatos, mi peluca y desenredo mi cabello con mis dedos mientras camino hacia la cocina. Mi boca está seca.

Mi Mala Fama ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora