Al día de hoy, nunca pude entender del todo por qué la sociedad cree siempre saber que es lo que está bien y que es lo que está mal. Toda mi vida tuve un inmenso amor por las películas infantiles, de ciencia ficción, animadas pero, ¿Cuál es la necesidad de que laven los cerebros de los niños de la forma en que lo hacen? El amor a primera vista, el príncipe y la princesa, la pobre doncella que espera a que un hombre la venga a salvar, todo es felicidad, todo es de colores... Para después encontrarnos con lo que realmente es la vida.
Todo este planteo comenzó por allá, recién cumplidos los once años. Es la edad en la que, generalmente, uno empieza a conocerse y a explorarse. Yo no fui la excepción, también tenía mi curiosidad. Pero había algo que no estaba bien, yo no estaba bien. Recuerdo con exactitud ese día, fue en la escuela, me encontraba en el descanso tomando jugo con mis amigas cuando me pasó algo que creí que jamás me pasaría, algo que encontré completamente inusual y vergonzoso, sentí atracción por alguien... Por una chica. Mi estómago parecía dar vueltas, estaba horrorizada. No era lo normal, eso estaba mal. Nadie me había hablado sobre ésto, nadie me explicó que podía pasar. Me sentía terrible. Comencé a respirar de forma agitada y me fui al baño. Me encerré a llorar.
Horas más tarde, me encontraba en la oficina de la directora.
-¿Por qué llorabas? ¿Alguien te molestó? - Preguntaba algo alterada.
-No... Nadie me hizo nada. - Intentaba secarme las lágrimas e inventar alguna excusa válida.
-¿Entonces? Decime, Emilia. No tengas miedo.
Agaché la cabeza. Una parte de mi quería preguntar, quería liberar lo que me pasaba. Por otro lado, estaba atormentada, sentía que no podía confiarle ésto a nadie. Sentía que, si lo hacía, me iban a ver como un monstruo.
-Me dolía mucho la panza, pensé que era grave. - Mentí con bastante culpa.
-¿Por qué no le avisaste a nadie? Llamábamos a tu casa o te dábamos algo para que mejores. - Comentó algo aliviada.
-No quería que llamen a casa, me iba a perder la clase de matemáticas y me cuesta mucho entender lo que estamos aprendiendo. - Cada palabra era como levantar un elefante. Me sentía peor que antes diciendo todas estas cosas.
-Está bien, ¿Ya te sentís mejor?
-Sí. - Me encantaría decir que fue mi última mentira del año.
No puedo expresar con palabras lo extremadamente doloroso que era verla en los recreos. Era simplemente hermosa. Tenía el cabello largo, castaño claro, siempre lo llevaba semi-recogido con dos pequeños lazos celestes que hacían juego con sus enormes ojos. La observaba jugar y reírse. No podía evitar lo que me pasaba. Intentaba, pero ella parecía ser cada día más bella.
Una mañana, en medio de la clase me urgió ir al baño. Me daba mucha vergüenza interrumpir para pedir permiso, pero no podía aguantar mucho más. Levanté la mano tímidamente para preguntar al fin.
-Profe... ¿Puedo salir al baño? - dije casi temblando.
-Sí, pero rápido.
Salí casi corriendo. Entré a la primera cabina que vi desocupada. Pude escuchar que alguien había llegado casi detrás mío, pero lo ignoré completamente. Ya estaba lavando mis manos cuando escuché una suave voz dirigiéndose hacia mi.
-¿Me das permiso?
-Sí. - Me hice a un lado sin voltear y espié por el espejo. Era ella. No podía creerlo, estaba atónita.
-Hace un tiempo... Te vi salir de acá llorando con la directora. ¿Te sentís mejor? - Se acercó un poco a mi y reposó su mano en mi hombro.
-Sí, gracias por preguntar. Solo me sentía un poco descompuesta. - Respondí rezando por no sonrojarme.
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El final del túnel.
Non-FictionSoy Emilia, una joven de veinte años que atravesó una adolescencia que se había tornado completamente catastrófica, al punto de convertirme en una víctima de depresión y ansiedad. Durante el transcurso de los capítulos relataré mi vida o, al menos...