Desperté y al abrir los ojos lo primero que vi fue a Cristina recostada de la pared, mirándome.
-Buenos días.- dije sonriente.
-Buenos días, mi hermosa pelirroja.- me puse ligeramente roja. -¿Sabes lo difícil que fue vestirte sin violarte en el proceso?
¿Qué?
Bajé la cabeza y me vi, ya no estaba semi-desnuda. Estaba en pijama, la miré a ella y noté que también se había cambiado la ropa.
-G-gracias.- le dije a la hermosa rubia. Bajé la mirada, avergonzada por lo que ocurrió ayer. -Y-y lo siento por hacerte hacer eso.
¿Desde cuándo tartamudeo tanto? Ya me parezco a Jessica.
-¿Eh? A mí me miras a los ojos cuando me hablas.- se acercó a mí y levantó mi mentón obligándome a verla. -No te preocupes.- susurró en mi oído. -Fue todo un placer.
Mi cara ardía. Ella se sentó a mi lado.
Un momento... ¿Ayer fui la pasiva? No me jodas, que vergüenza Ámbar ¡que vergüenza! ¡Tu deberías ser la maldita activa!
Mi orgullo había sido destrozado. Yo, la presidenta del consejo estudiantil, la chica que tuvo sometidas a otras dos simultáneamente, la persona fría que siempre tenía el control de todo, ahora era una pasiva.
-Maldición.- susurré para mí misma.
-¿Dijiste algo, bella?- preguntó ella.
-N-nada...- dije sonrojada.
¡Deja de tartamudear! ¡Habla como una mujer!
-Baja a desayunar, creo haber escuchado a tu madre llamarte.
Yo no escuché nada.
-¿Tú no vienes?- pregunté.
-Claro que no, ella no debe saber que estoy aquí. Y mucho menos luego de los ruidos que hiciste anoche.
-T-tonta...- respondí. -Eso fue culpa tuya...
-Lo sé.- dijo orgullosa. -Me iré por la ventana, hablamos luego.
-¡¿Por la ventana?!- exclamé confundida.
-¡Nos vemos!- y entonces se lanzó de espaldas por la ventana sonriendo alegre.
¡¿Qué demonios?!
Me apresuré a asomarme y la vi correr a toda velocidad en dirección a algún lado, seguramente hacia su casa. Esta rubia debía estar loca, sólo a ella se le ocurriría lanzarse por una ventana desde un segundo piso. Fue sorprendente ver que no estaba herida.
-Eso no fue normal...- suspiré.
Bajé a desayunar y tuve un fin de semana normal. Hablé por tlf con Cristina; tranquila y respetuosamente le pedí una explicación a su intento suicida.
-¿Qué coño fue eso? ¿Estás loca?- pregunté.
-¡Jajaja!- empezó a reír desde el otro lado del tlf. -Tranquila, pequeña temerosa.- ¿temerosa? -Estoy bien, siempre hago cosas así.
-Sí. Estás loca.
-¡Posiblemente lo esté!- dijo alegre. -Loca por ti.- susurró.
-Y-yo... ¡T-tengo h-h-hambre! ¡Iré a comer!- y colgué avergonzada.
Narra Cristina
-¡Jajaja! La pequeña pelirroja se puso tímida.- dije para mí misma.
Si ella lo supiera, me aceptaría, ¿cierto?
Decidí salir a caminar un rato. Me puse una chaqueta negra con blanco que tenía una capucha, unos tennis blancos, una blusa blanca y unos shorts deportivos. Era domingo, así que quería hacer algo de ejercicio. Salí de la casa.
-Un gato...- murmuré a verlo. -No, contrólate. No eres un animal, Cristina.- dije para mí misma mientras trataba de mantener la calma.
El gato salió corriendo y yo decidí dejar de frenar mis impulsos y perseguirlo. Comencé a correr tras él como una loca.
Narra Ámbar
Decidí salir a dar una caminata, estar en casa tanto tiempo me había aburrido.
En el camino, vi a una chica correr tras un gato, se veía desesperada por atraparlo así que decidí ayudarla, tal vez era suyo.
Narra Cristina
-¿Te puedo ayudar con eso?- dijo una voz familiar desde atrás. Voltée a verla y vi que era Ámbar.
-¡Hola preciosa!- exclamé. Ella se sonrojó. Es hermosa.
--H-hola. ¿E-ese gato era t-tuyo?- dijo apenada.
-No.
-¿Entonces por qué lo perseguías?- preguntó curiosa.
-No me gustan los gatos.- respondí.
-Okay...- dijo confundida.
-Se supone que estaba haciendo ejercicio, ¿me acompañas?
-¡Claro!
Narra Ámbar
Ambas empezamos a correr, luego de un par de minutos yo ya no podía más. Ella en ningún momento se veía cansada, era muy atlética.
Con razón está tan en forma.
Mientras yo iba bajando la velocidad, ella tuvo una idea.
-¡La última que llegue paga los helados!- dijo señalando la heladería que teníamos en frente.
-V-vale.- dije entre jadeos y resignándome a pagarlos.
Ella aceleró el paso y corrió a una velocidad increíble, la heladería estaba como a 50 metros y ella llegó en tres segundos.
¡¿Que coño?!
Luego de unos 10 segundos, yo llegué a dónde estaba ella.
-Quiero uno de fresa, uno de chocolate, uno de mora, uno de menta, uno de vainilla y uno de mantecado.- dijo ella al señor de la tienda. Él y yo nos quedamos sorprendidos. -No te preocupes, Ámbar, yo pagaré los míos. Sólo bromeaba contigo.
-Vale...- dije agotada.
-También pagaré los tuyos.- sonrió.
-Gracias.- dije agradecida, no traía mucho dinero conmigo. -Uno de chocolate, por favor.
-Enseguida.- dijo el señor.
Luego de servirle a Cristina sus mil helados, finalmente me dio el mío. Nos fuimos a sentar en una mesa afuera de la tienda.
-¿En serio te comerás todo eso?- pregunté.
-¡Por supuesto!- dijo emocionada. En menos de dos minutos, los helados ya no existían.
-Increíble...- dije mientras veía a la alemana. Ella sonrió inocentemente.
Me terminé mi pequeño helado y de paso me llené.
¿Cómo lo logró? ¿Y cómo rayos no engorda si come como bestia?
-¿Nos vamos?- preguntó.
-Claro.
Ella me acompañó a mi casa, nos despedimos y me besó por sorpresa. Me puse roja y se fue como si nada, tarareando.
-Lalala.- cantaba mientras se iba.
-Ella no es normal.- sonreí sonrojada.
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Esta chica es extraña. (Yuri)
RomanceAquí se narra la historia de una chica llamada Ámbar, que sin darse cuenta, se enamoró de la chica más rara que conocería en su vida.