Fin.

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Narra Ámbar

Estaba en mi casa viendo televisión cuando recibí un mensaje de texto.

"Lo siento, pero creo que esto debe terminar."

Era de Cristina. Me apresuré en responder.

"¿De qué hablas? Pensé que eras feliz conmigo."

Pasaron los minutos hasta que finalmente respondió.

"Lo soy, pero temo que tú no llegues a ser feliz estando conmigo."

Fruncí el ceño.

"Pero soy muy feliz contigo."

Me quedé esperando su respuesta, los minutos se convirtieron en horas y el día terminó transcurriendo con normalidad. Estaba asustada, no quería perderla, pero también me sentía molesta. ¿Qué clase de idiota corta una relación por mensaje? ¿Acaso no significo nada para ella? ¿Acaso no me iba a dar una aclaratoria sobre su comportamiento durante esa llamada telefónica?

Finalmente llegó la noche. Revisé mi celular, esperando ver alguna explicación. "Lo siento." fue lo único que recibí.

¿Se acabó, realmente se acabó? ¿Así como si nada? ¿Acaso hice algo mal?

Sin darme cuenta, estaba llorando.

-Maldición.- dije mientras me acercaba a la ventana. Me recosté en ella y vi el cielo estrellado, aún llorando luego de varios minutos.

Me sentí estúpida por llorar por alguien que fue capaz de dejarme por un mensaje de texto. Se supone que éramos felices juntas, sin importar que tan rara era ella, yo era feliz solo viéndola sonreír.

-Maldición...- susurré nuevamente mientras sentía las lágrimas aumentar. Bajé mi cabeza y la enterré entre mis manos.

-Oye...- dijo una voz terriblemente familiar. Mis piernas empezaron a temblar, era ella. Con miedo, subí mi cabeza para verla pero estaba oscuro y ella llevaba con suéter con una capucha puesta.

-¿Qué quieres?- pregunté mientras secaba mis lágrimas.

-Lo siento, no quise dejarte así.- su voz de pronto se volvió inestable. ¿Estaba triste? -Pero es por tu bien.- empezó a llorar desconsoladamente.

-¿Por qué estas llorando?- traté de sonar lo más fría posible, pero yo también quería romper en lágrimas. No sólo por el miedo a perderla, sino por verla por primera vez en ese estado tan frágil.

-Me duele el pecho... Mi respiración se dificulta, mis piernas tiemblan, mis manos sudan, todo me duele.- se quitó la capucha y me miró directamente a los ojos. Sus ojos grises ahora eran amarillos brillantes. -Me duele tener que dejarte ir, pero es por tu bien. Soy un monstruo.- se puso de rodillas en el suelo mientras ponía sus manos sobre su cabeza. -No merezco estar contigo.- susurró en un tono que me dificultó escucharla.

-¿De qué hablas? ¡No me importa si tus ojos son verdes, rojos o morados! ¡Te amo por quién eres, no por cómo te ves!

-No lo entiendes...- bajó la cabeza.

-Trata de explicarme.- susurré mientras una lágrima cruzó por mi mejilla. -Por favor, no te des por vencida conmigo...

-Bien.- levantó la cara y me miró nuevamente con esos hermosos ojos amarillos. -Por favor, no te vayas a asustar.- se puso de pie y trepó por la casa hasta que llegó a mi ventana en solo dos segundos. La miré asombrada pero al mismo tiempo sabía que ella era capaz de hacer algo así. Se acercó a mí. -¿Me dejas entrar?- asentí con la cabeza. Retrocedí y ella entró a mi habitación por la ventana.

Me senté en mi cama y ella se sentó conmigo, manteniendo la distancia.

-¿Y bien?- dije mientras me acercaba a ella con la intención de tomar su mano y sintiéndome herida al verla retroceder de inmediato y ponerse de pie sólo para caminar de un lado a otro nerviosa.

Suspiró audiblemente como si buscará fuerzas para confesarme algo.

-Yo...- comenzó a explicar mientras evitaba mirarme directamente a los ojos, se volteó de repente y gruñó mientras murmuraba cosas que no comprendía al mismo tiempo de que miraba hacia la ventana. -No quiero perderte.- dijo finalmente como si aquella fuese la única conclusión a la que pudo llegar.

-Ni yo, por eso debemos hablar sobre qué te está pasando.

-¿Me amas?- preguntó con dudas, volteó a verme y el amarillo en sus ojos se intensificó.

-Sí, te amo.- respondí con total seguridad, no dudé ni un segundo.

-Bien.- soltó el aire que aparentemente había atrapado en sus pulmones con un enorme suspiro. -Terminamos.

***

Narra Cristina

No debí haberme quedado, no debí haberle hecho caso cuando trató de detenerme de escapar de allí inmediatamente, no debí escuchar sus súplicas de quedarme y hablar. No debí haber ido a su casa en primer lugar sabiendo que no podría controlar lo que pasara allí.

Debí haberme quedado en casa, debí haberme alejado de allí en cuanto supe que me amaba, debí haberme ido con el conocimiento de haber roto su corazón pero habiendo escuchado por última vez que me amaba.

Necesitaba escucharla decirlo, porque así tomaría fuerzas para escoger la opción correcta, alejarme. Porque yo también la amaba y si quería que ella estuviera bien, debía irme en ese momento.

"Sí, te amo." Esas palabras se quedarán marcadas en mi memoria.

Debí haberme ido luego de escucharlas.

No debí haber ido a este país para empezar después de todo el desastre que hice en Alemania, perdiendo el control una noche y matando a mis mejores amigos cuando estaban en mi casa, en una pijamada, en luna llena.

Ámbar ya no está. Pero este final me parecía obvio.

Nada bueno podía esperarle a una mujer lobo.

Al menos murió sabiendo la verdad, que su novia era un monstruo.

Pero el sufrimiento que vino cuando estuve consciente de mis acciones es lo que me tiene aquí, con esta soga en la mano. Es por la culpa que siento, que estoy poniendo esta soga alrededor de mi cuello para luego montarme en la rama más alta del árbol. Es por ella que estoy atando a la rama esta soga. Es por ella que estoy saltando de la rama hacia el suelo, con la esperanza de no llegar a tocarlo con vida.

Quiero verla, por eso no me importa sentirme asfixiada, no me molesta en lo absoluto. Me lo merezco luego de haberla dañado como a todos los demás, o tal vez incluso peor.

Comienzo a sentir cansancio, la soga está haciendo efecto rápidamente.

Ámbar, lo siento. Incluso en tus últimos momentos sonreíste. No te arrepentías de morir por mi culpa, me amaste hasta el último segundo, ¿no es así? Te entregaste en cuerpo y alma a mí, por eso no me detuviste mientras posaba mis garras sobre tu frágil cuerpo. Me entendías.

Fuiste como un ángel para mí en cada momento, me dabas alegría, merecías el cielo y mucho más.

Y por eso mientras me siento desvanecer, tomo mi última respiración tanto como lo permite esta soga, miro hacia arriba en la oscura noche y simplemente me pregunto:

¿A dónde van los monstruos cuando mueren?

Esta chica es extraña. (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora