Viajero.

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Desde trancones infinitos plasmados de una aurora de contaminación hasta la solución de sus enigmas personales en el camino, esa es la vida diaria de un caminante, que solo basta suspender el pie sobre el anden para que este se agriete ante él. Ve el día transformarse en noche fuera de su hogar, suspira con cada cuadran que pasa recordando con melancolía su cama fría y vacia, porque sus músculos ya hace horas que dejaron de doler y es en lo único que puede pensar. Un caminante de verdad puede mezclarse en cualquier escenario:

Paisajes rurales: Más de veinte desconocidos en un solo lugar viajando a alta velocidad inundados de verde a cada lado de la carretera; tan natural como una mujer con cuatro gallinas y un cachorro asustadizo subiendo al bus, cuando este no da ni siquiera abasto para los pecados capitales del ayudante.

El síndrome de pueblo perdido: carros que están a la deriva del flujo vehicular que tan solo con una tos seca, la totalidad de su armazón caería regado por toda la vía dejando un polvorín de oxido a su paso y es allí cuando usted reza a su Dios de preferencia o en su defecto calcula la probabilidad de no salir ileso de esta, mientras que los dos pasajeros que te acompañan se dedican a dormir o a llenar crucigrama cual pulso de cirujano. De todas formas volveras a subir.

Fuerza G urbana: Es posible que cualquier ciudadano este familiarizado con romper la barrera del sonido sentados en un bus con nombre de vacuno.
Es el pan de cada día.

Tartamudo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora