De noche, fuera de la habitación.

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Cuando besó su cuello, sus labios se resecaron por el alcohol que contenía su perfume, mastico con suavidad su yugular y empiezo a rebelar su verdadero sabor solo con la lengua. La artista de madera se sintió en libertada sin ninguna prenda, esas que te dan dolor de espalda, de esas  estereotipadas  que si bien ella no cumplía al pie de la letra preferiría mil veces no llevarla puesta; ni ver que otros la llevasen igual.

Siguió observando lo que tenía en frente,  sentía como sus poros se humedecían.

Su cintura era lisa, cuando la recorría con la mirada hacia arriba se perdía en la pequeña línea que dibuja su abdomen, que finalmente se desvanece en su esternón. 

Luego sin tener más escapatoria le saludaba su boca.

Era como hablar en su habitación, la diferencia era que Shakti y la Deidad del sudor la asechaban, ella era inmune al sudor y parecía como si la Deidad supiera que de ella se alimentarían y no al revés.

Ese sería su final, sus pupilas estaban dilatadas y el sudor que caía frente a su rostro prendía en llama sus ojos, sus movimientos se hacían cada vez más fuertes, su mano apretaba el cuello de la escultura de una mujer flotando sobre la cama.

Viene como un aquelarre, invocando histeria eterna imposible de implocionar en un solo cuerpo, parece inmune al tiempo, porque no dejo que la noche reposara sobre el cuerpo del Ukelele y solo se marchó llevándose la humanidad solo por esa noche.

Tartamudo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora