La puta exhibicionista

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Caminemos de la mano por la calle larga, cuando no hay una sola estrella en el cielo y el aire es tan seco que retrasa tu caminar hasta el final de la esquina.

Fluidez de metal, rio de asfalto, mi vitalidad escapa por la suelas de mis zapatos esparciéndose subterraneamente, chocándose con la mismísima roca madre, retumbando en cada una de sus fisuras, llevándome cada vez mas rápido hasta la dimensión iluminada.

La calle grande, llena de bolsas de carne desesperadas por un soplo de vida, revolotean a mi alrededor y la gula pende de mi mano derecha y me hace feliz. No tan feliz para bailar pero si para seguir comiendo.

Mi gula se detiene para contemplar la iluminación de mi mano y mi estomago se arruga, volcándose dentro de mi pero la corriente de aire seco me empuja, o mas bien me ayuda para que Pesh siga guiándome. Un mar de carne en escala de grises me rodea y antes de que pueda tocarlos ellos de alguna manera logran dilatar cada poro de mi.

Niños en un carrusel, la imagen mas tétrica en toda la noche; con sus padres aun lado de ellos, como si fueran algún tipo de lacayo esclavizado por un pequeño señor feudal.

Una tormenta de arena en mi boca, nada que el encanto de dos bolsas de carnes no puedan solucionar, estúpidas y deliciosas... maldita agua. Después de un tiempo no soportaba mi reflejo en el espejo, intentaba sacar lo que me poseía. La puta vomito, para todo un auditorio... a ellos les encanto, pero ella tenia que ir se antes de las doce. El dulce aroma a coco se escapaba pero pesh me mostraba el camino y asi pestañe y desperté acostada en una nube que arqueaba mi espalda para liberarme de lo que me poseía, en compañía del dulce de coco, que regresaba mi humanidad a su lugar y la voz de pesh que me arrullaba a la distancia . Que afortunada me sentí.


Tartamudo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora