El ser amado

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-...Kurama... Kurama... Kurama, levántate-

Abrió sus ojos rojos de golpe.

Estaba en un enorme bosque, con árboles bastante grandes, incluso para el zorro, que, aunque tuviera un gran tamaño, seguía siendo un cachorro con solo unas semanas de vida.

El pequeño Kurama estaba boca abajo, porque acababa de caerse de uno de los árboles en un intento fallido de escalarlo. Pero no cayó contra el piso, ya que su padre, al verlo caer, levantó su mano hacia él, deteniendo la caída.

Kurama parpadeó, recuperando el sentido por el susto de hacía unos momentos, y miró para atrás, para ver al Sabio de los Seis Caminos, que, apoyado en su bastón, sonrió cansadamente, mientras que, detrás suyo, los otro Biju cachorros miraban curiosos al zorro.

-¡Viejo!- sonrió el zorro, sumamente contento.

El cachorro se levantó y se acercó a su padre y a sus hermanos.

-Kurama, de nuevo preocupaste al Sabio- le señaló el joven Son Goku- Eres un estorbo-

-¿De qué hablas?- el zorro miró para otro lado- No necesito ayuda-

-¿En serio?- Shukaku lo miró divertido- ¿Qué puedes hacer tu solo con esas garritas?-

-¡Cállate!- se amuró Kurama- ¡No me critiques! ¡Eres el más débil, y yo el más fuerte!-

-¡¿Cómo?!- y ambos pequeños empezaron a chocar cabeza.

-Ya empezaron- suspiró Chomei.

-Denos un respiro... Recién es medio día- pidió Gyuki.

Hagoromo sonrió al darse cuenta que Kurama no se había lastimado, mientras este discutía infantilmente con su hermano de arena.

Hacia unas semanas que los nueve Biju habían nacido, y él, a pesar de sentirse aun cansado después de la separación y división tan abrupta del Jubi, se había planteado en enseñarles a los nueve hermanos todo lo que tuvieran que saber sobre ellos mismos y sus habilidades, para que pudieran lograr sobrevivir en el mundo después de que se fuera.

Si... Sabía que le quedaba poco tiempo en el mundo, pero tenía que aprovecharlo para que aquellos cachorros aprendieran lo necesario. Después, cuando lo considerara, les comunicaría a sus otros dos hijos quien heredaría el Nishu...

-¡Repítelo!-exigió molesto Shukaku, echando humo de la cabeza.

-Eres un mapache de una cola que solo sabe chillar- sonrió con suficiencia el pequeño Kurama.

-¡No te metas con mi cola!-pataleó el mapache.

-Sabio, ¿está bien que discutan tanto?- preguntó Matatabi, señalando a sus dos hermanos.

-El intercambio de palabras es un medio en el que las personas relacionadas expresan sus sentimientos- le recordó el anciano- Es por eso que lo mejor, en estas situaciones, es dejar que digan lo que piensen del otro-

-Sí, pero...- Isobu se rascó la cabeza-... ¿Por qué lo hacen todos los días?-

-Porque ninguno admite lo que dice el otro- le sonrió Hagoromo.

-¡Apestoso!-Kurama señaló al mapache, ofendiéndolo- ¡Hueles horrible!-

-¡Cállate, zorro llorón!-lo señaló Shukaku.

-¡Y-Yo no soy llorón!-aseguró molesto Kurama.

-¡Si, si lo eres!-se rió el mapache- ¡Siempre te pones a llorar! ¡Y es porque nunca puedes seguirnos el paso en el entrenamiento!-

¡Vamos a hacer una visita, Kurama-chan!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora