Aquel día inolvidable...

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Ya era de noche, por lo que se acercaba la hora de la reunión de los Biju con el Sabio de los Seis Caminos, lo cual ponía nervioso a las bestias con cola, que aguardaban el momento de la salida sentados en el salón junto a los demás humanos.

Todos, excepto el Kyubi, quien estaba en el último piso, cuidando de Himawari, que dormía plácidamente abrazada a su peluche de sapo.

No solo estaba Kurama, también Hinata, sentada en la cabecera de la cama, le hacía compañía a su hija, ya que su marido estaba ocupado hablando con los demás ninjas sobre lo que harían a la hora de partir.

Kurama, sentado al lado de la cabecera de la cama, miraba a la pequeña girasol dormir sin problemas, pero, aun así, él podía sentir su respiración débil, y notar perfectamente como sus mejillas, normalmente rosas, habían perdido esa tonalidad por su palidez.

Ella aún estaba algo débil por haber entrado en contacto con el chakra del Sabio, y por eso descansaba a esa hora que, aunque era ya de noche, no era tan tarde.

A pesar de que ella le dijo que no lo culpaba, y de que el viejo estaba orgulloso de ver como era de desconfiado por mantener a sus hermanos a salvo, no podía dejar de sentirse molesto consigo mismo por el estado de la pequeña... Su pequeña girasol...

No le gustaba verla así... tan débil... tan delicada... Sin su entusiasmo de siempre, sin sus sonrisas tan cálidas e inocentes...

Llegaba a extrañar sus abrazos...

Y todo por haber sido un hijo desconfiado. Un Biju que no entendía lo que Naruto intentaba explicarle muchas veces: "Ya no había humanos con intenciones de controlarlos"

El mundo era pacífico gracias a su Jinchūriki, pero aun así no podía confiar tan abiertamente en las demás personas por todo lo que vivió... Sí, todo lo que vivió después de la muerte del anciano le hizo tener una idea bastante oscura sobre los corazones humanos...

Esa desconfianza hizo que negara el llamado, y que su padre le diera una reprimenda en donde más le dolió: En uno de sus mocosos... En Himawari...

Cerró los ojos, aun enfurecido consigo mismo por el estado de la pequeña, que era su culpa... su culpa...

No le gustaba la idea, pero tenía que aceptar que, aunque no quisiera... aunque intentara impedirlo, sus mocosos terminaban pasándola mal solo por estar su lado...

¿Era acaso por ser un Biju...? ¿Por ser el Kyubi...? ¿Era por eso que "el ser amado" sufría a su lado...?

No quería... Ya no quería que sus mocosos estuvieran en aprietos por su culpa... Ya no...

Lo sacó de sus pensamientos la mano de Hinata, que se posó delicadamente en su cabeza. La miró, algo extrañado.

-Kurama-san, Himawari está bien- le recordó la pelinegra- Está delicada, pero está a salvo- le dedico una cálida sonrisa- Así que, por favor, no se atormente culpándose de lo sucedido-le pidió, dejándolo sorprendido.

... ¿Tan obvio era?

-... Yo...- miró para otro lado, pero sabía que negarlo era una estupidez-... Solo me siento como un idiota...- admitió, sorprendiendo a la humana-... Que por el error de un Biju una niña quede en este estado...- miró a Himawari, durmiendo con aquella respiración tan débil que lo ponía de los nervios- ... No me gusta...-

Hinata le sonrió, agradecida por su preocupación. Le acarició la cabeza, sin extrañarse que el Kyubi cerrara los ojos, para sentir mejor el cariño. Se había acostumbrado de que la actitud del zorro hacia ella fuera diferente que con su marido. Sabía que Kurama le tenía un poco más de respeto que a Naruto, aunque, claro está, no se lo iba a decir. Decirlo tal vez lo haría enfurecerse.

¡Vamos a hacer una visita, Kurama-chan!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora