Sólo ocurre en la ventisca,
de la triste humareda,
cegada por el ciego,
que aunque pueda no quiera.
Sólo existe en la ternura,
contagiada por el niño,
detonante de peleas,
injurias y asesinos.
Sólo cesa en el tormento,
del loco al caer,
de la vida del difunto,
que ha dejado a su mujer.
Sólo quiere que no halla,
ni paz, ni gloria, ni amor,
que llorar arrodillado,
sea el único valor.