El niño se susurraba al oído,
la madre le hacía añicos,
se hablaba solo,
pues estaba loco,
para el,
cada día era un manuscrito.
Este documento,
cada día cambiaba,
un día decía “mata a todos”
y otro diferente,
“mira que pasada”
Un día se levantó,
le hizo caso y a todos mato,
otro diferente,
mucho se alegró,
del entierro de su madre,
la cual su corazón en añicos rompió.