Me introduje de nuevo en el baño, me puse la ropa, que era asombrosamente cómoda. La camisa me estaba grande así que me remangué y me introduje lo que sobraba por abajo, dentro del pantalón corto color caqui que había cogido de encima de la cama. Volví a salir a la habitación.
-¿Dónde me llevas?-le pregunté al chico con el temor de su respuesta en la boca del estómago.
-La Orden quiere verte-me contestó como si se tratara de una fiesta. Me pregunté si aquel chico tan amable y simpático sabía lo que su Orden les hacia a los Buscadores y a los Custodios con tal de salirse con la suya o viviría en la total ignorancia.
-¿Y Ben?-le pregunté sin saber si la presencia del chico me haría más bien que mal delante de ellos o fuera al revés. Hacía unos días pensaba que no quería volver a ver la cara del chico nunca más en toda mi vida. Sin embargo en aquel momento y apunto de enfrentarme a lo desconocido, estaba seguro de que su presencia aliviaría aquella sensación de horror que yo percibía en el ambiente.
-Ben se ha adelantado-me respondió el chico.-Vamos es hora, te están esperando.
El chico me sujetó el brazo consuma delicadeza y me empujó fura del cuarto. Junto a la puerta, un guarura, mucho más alto y grande que Ben, me respondió a la pregunta de por que no les había hecho falta atarme con esposas. El hombre ni siquiera me miró. Farah siguió tirando de mí hacia delante.
Aquel pasillo era igual que la sala, en el que había estado tirado la noche anterior, parecía el pasillo de un museo. Salvo por las puertas. Una gran hilera de puertas cubría gran parte de las paredes. El chico condujo hacia una de las que quedaban casi en el fondo del largo pasillo. Desde la puerta pude percibir el murmullo de las voces de varias personas que resonaban desde detrás de aquella puerta de doble hoja. El chico abrió la puerta sin llamar y me empujó hacia adentro con suavidad. Todos los presentes se volvieron para mirarme, incluido Ben, al que localicé de inmediato, junto a la chica que la noche pasada me había tirado del pelo.
La sala era la misma que la noche pasada, un gran rectángulo de baldosas blancas y negras que brillaban al son del fuego de una chimenea de piedra situada en un rincón de la estancia, junto a dos sofás de piel blanco, sobre el que había dos hombres morenos de unos treinta y pocos años, vestidos de traje, y una mesita de cristal opaco. En el otro extremo había una puerta de madera clara cerrada, con pomos de color marfil y dos espadas de hojas brillantes justo encima de esta. Al lado de la puerta, una escalera cuadrada y recta del mismo color del suelo y sin barandilla que desaparecía hacía la izquierda en el punto más alto. Cada detalle estaba conectado a la perfección. Un poco más allá de la chimenea aparecía un arco, sin puerta, que me dio la impresión, que conducía a las demás estancias de la casa. Aquello no era un loft, era un ático de dos plantas que daba justo enfrente del Golden Gate de San Francisco. La chica morena de la noche anterior y Ben, quedaron tras el sofá blanco.
Farah me agarró nuevamente del brazo y me condujo frente a aquellos cuatro personajes, que parecían estar apunto de echarse una fotografía de familia. Miré detenidamente a los caballeros que iniciaban el frente, uno de ello me estudió de la misma forma que yo a él, mientras arqueaba una ceja.
-¿Por qué no empezamos Uve?-dijo la voz fuerte del hombre que me había repasado con la mirada de arriba abajo.
La chica suspiró.
-Debemos esperar a Andrew, ya te lo he dicho antes Vincent-le recordó la chica.
-Andrew tarda mucho y esto se está volviendo más urgente de lo que nos esperábamos, mis hombres se están desesperando ante la orden de retirada que me obligasteis a darles- espetó aquel hombre volviéndose a medias.
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Pequeños Reinos
Teen FictionHan pasado mese desde la marcha de Patrick y Riley intenta con todas sus fuerzas salir adelante, pero el camino que empezó sin querer meses atrás no le será tan fácil poder dejarlo atrás. Ben sigue suelto y en su busca, un nuevo personaje llega para...