Pasaron varios minutos antes de poder abrir los ojos completamente sin que estos dolieran a causa de la incesante luz artificial que bajaba del techo.
Estaba en una habitación blanca con dos ventana, una a cada lado de la cama sobre la que yo estaba acostado, ambas con persianas idénticas y cerradas hasta abajo. Enfrente había un armario blanco y al lado de la cama una mesilla auxiliar del mismo color. La habitación no era muy grande. Al lado de la ventana de la derecha había una puerta abierta por la que en aquel momento pasaba una mujer con una bata blanca de botones, una cofia y un carrito que arrastraba delante de ella con toda clase de vendajes y ungüentos.
-Disculpe-grité a la mujer. Esta se volvió al oírme, detuvo el carrito en la puerta y entró, mirándome con cara de sorpresa. Tenía el pelo de color rojo fuerte, la cara tenía la forma de un fresón y los ojos parecían dos almendras pequeñas de color negro.
No podía moverme tenía una gran cantidad de cables por todas partes y temía que si me movía o me incorporaba, haría algo que no debía. Lo que si me quité, porque me resultaba realmente incomodo y hacía que mi voz sonara graciosamente ridícula, fueron los dos tubitos de goma que tenía introducidos por la nariz.
-No deberías hacer eso-dijo la mujer. La ignoré.
-Perdone-dije yo.- ¿Donde estoy?
-En el hospital Santa Bárbara-la mujer cogió los tubitos e intentó introducirlos de nuevo por mi nariz, yo ladeé la cabeza, interrumpiendo su estúpido intento.
-Déjelo-le recriminé su nuevo intento de enchufarme los tubos.- ¿Que hago Aquí?, ¿Que ha pasado?
La mujer cedió y dejo caer los tubos.
-¿No lo sabes?-preguntó la mujer, luego sacó unas gafas de ver, con lentes redondas y con la montura de color verde chillón y se las colocó sobre la nariz.
Negué con la cabeza.
-¿Quien es tu médico?
-Acabo de decirle que no se que hago aquí, ¿Como quiere que sepa quien es mi medico?-repliqué. La garganta me escoció después de decir aquellas palabras. ¿Acaso estaba muerto?, ¿Era aquello el cielo?, si lo era me parecía una verdadera mierda.
¿Dónde estaban los angelitos?, ¿Dónde estaban las nueves blancas?, ¿Y el túnel blanco?, ¿Cómo podía ser aquello el cielo?
-Vale, no hace falta ser grosero-la mujer suspiró y se dirigió hacia los pies de la cama, cogió una carpetita con enganches que había estado sujeta a los hierros y la sostuvo a escasos centímetros de las gafas.-Esta juventud. Doctor Martín Klings, voy a ver si está de guardia y le diré que se pase.
-¿Recuerdas el menos como te llamas?
-Riley-dije yo.-Riley Bryce.
Al cabo de un momento ya salía por la puerta, cogió el carrito y se fue pasillo adelante. Se hizo de noche muy pronto y yo evité moverme pese a las ganas que tenía de salir de allí.
Al parecer por los ruidos del pasillo, no estaba muerto, si no más bien en un hospital. A si que no tardaría mucho en aparecer por allí Ben con sus nuevas ganas de llevarme con él. Pero lo recordaba todo, me había tirado desde el Golden Gate. Había sentido el agua engullirme por completo, llenar mis pulmones, mientras intentaba con muy poco acierto salir a la superficie. Después me había dejado arrastrar por la oscuridad.
Pese al miedo que tenía de que Ben pudiera encontrarme de nuevo, no me moví, no sabía bien la gravedad de mi estado, aunque me encontraba más o menos bien. Luego el cansancio por la espera fue cerrando mis ojos nuevamente hasta que me quedé dormido mientras esperaba.
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Pequeños Reinos
Teen FictionHan pasado mese desde la marcha de Patrick y Riley intenta con todas sus fuerzas salir adelante, pero el camino que empezó sin querer meses atrás no le será tan fácil poder dejarlo atrás. Ben sigue suelto y en su busca, un nuevo personaje llega para...