Color Café

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Por más que lo intentaba no conseguía concentrarme en los libros que tenía delante. Me quité los auriculares de los oídos y miré el blog de dibujo. "No, Riley, tienes que leer el temario". Me dije cogiendo el blog de dibujo y lanzándolo a la otra punta del cuarto. Los libros pesaban sobre mis rodillas. Entonces levanté la cabeza y miré a mí alrededor. Mi lado del cuarto parecía una leonera, mientras que la zona de Gabe, estaba tan limpia como una patena. Los cuartos eran espaciosos. Dos grandes camas, junto a dos grandes armarios y dos pequeñas mesillas. Había una alfombra redonda de color rojo en medio de la habitación, que hacia juego con las cortinas. Tres pasos al norte desde la alfombra, la puerta del baño. Enfrente de las camas la puerta del pasillo y junto a esta una estantería llena de enciclopedias. Mi cama estaba pegada a la ventana, que daba justo a la parte trasera del campus que tenía césped. Casi siempre que estaba abierta se escuchaban las voces de los chicos hablando y riendo allí.

"Quizás si salgo a dar un paseo". Estaba buscando excusas por que me negaba a reconocer que me daba pereza, quedarme allí tirado, con la tarde tan buena que hacía fuera. La llave de la puerta me hizo decidirme. Gabe entró hablando por los codos, como siempre y yo salí de allí con alguna escusa y me fui.

Nada más salir del pabellón, levanté la cabeza y miré hacia arriba, luego aspiré fuertemente. Comencé a caminar, aquella tarde no tenía clases y como no conocía a nadie y Eve estaba en clase, me limité a pasear yo solo por casi todo el campus. Unos chicos bromeaban sobre como debían pedirle salir a una chica mientras comían una bolsa de palomitas, yo reí y una voz unos metro más allá, también lo hizo. Sentado sobre el pequeño muro de piedra que separaba la zona del campus con la carretera, estaba Danny, que miraba a los chicos con una sonrisa y luego a mí. Aparté la vista y me decidí a marcharme, luego cambien de opinión y caminé hacia el muro.

-¿La luz de las estrellas muertas?-inquirí señalando el libro. Él me miró con curiosidad.

-Es mi libro favorito-admitió, dejándolo sobre el muro y poniéndome toda la atención a mí.-Es de un escritor español.

-Alfredo Gómez Cerdá-aventuré con éxito.-Lo he leído.

Danny, miró de nuevo el libro y luego me taladró con la mirada. Me sentí incomodo. Estaba claro que tenía que haberme ido de allí.

-Al parecer estamos destinados a encontrarnos-siseó.

-O me estas siguiendo-repuse.

-¿Por qué tenía que hacer yo algo así?-el chico levantó una ceja y esperó mi respuesta con entusiasmo.

-Por que le gusto, profesor-afirmé yo con toda mi cara y mi poca vergüenza.

-Danny-me recordó.-Fuera de clase, soy Danny.

-¿Eres Danny solo para mí, o también para los demás alumnos?-inquirí inclinándome hacia delante.

-Depende de como se porten esos alumnos-insinuó pervertidamente.

-¿Te refieres a mal?-dije sarcásticamente.

El chico no pudo disimular la sonrisa y estaba claro que tenía una perfecta, yo tuve que hacerle compañía, luego prosiguió.

-En realidad tú eres el único que puede llamarme Danny, fuera de clase-el chico también se inclinó y nuestras cabezas casi se tocan. Quise alejarme, pero me cogió de la mano y me retuvo a aquella distancia.-Por que me gustas.

Su voz era sexy y atrayente y mostraba un índice de estar divirtiéndose con aquello tanto como yo.

-Lo que deberías reconocer es que yo también te gusto a ti-continuó el chico sin cortarse ni un pelo.

Pequeños ReinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora