Danny y Víctor

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El chico se había quedado petrificado frente a mí. Me quedé allí parado sin saber si su cara de incredulidad era buena o mala señal. A lo mejor ya había llegado demasiado tarde y aquel chico ya no quería nada conmigo.

Entonces cuando ya estaba apunto de darme por vencido y creía que lo mejor era que saliera de allí a toda prisa para evitar aún más la humillación, el chico me atrajo aún más hasta su cuerpo y estampó sus calidos labios sobre los míos suavemente.

Una de sus manos se entrelazó con la parte trasera de mi pelo, más arriba de la nuca, la otra sobre mi cintura. Me dejé llevar, no sabía si era lo que yo quería, pero estaba seguro que un chico como Danny era sin lugar a dudas lo que necesitaba. Me aferré más a su cuerpo y comencé a mover los labios acompasadamente al ritmo de los suyos.

Aquello duró hasta que la puerta del baño chirrió descaradamente y entonces nos separamos muy bruscamente. Víctor estaba todavía dentro del cuarto de baño, pero con la puerta abierta. Llevaba una toalla blanca, ridículamente atada a la cintura. La toalla casi rozaba el suelo. Con otra más pequeña y más descolorida se secaba el pelo negro, que ya no parecía estar enredado, parecía estar más liso. De aquella manera su pelo me recordó al mió un año antes. Ahora que lo veía a él con la cabeza inclinada, me dio nostalgia por habérmelo cortado.

-Eh..., esto... ¿Quieres entrar tú ahora?-me preguntó Danny mirando hacia el suelo con la vergüenza de haber sido descubiertos.

-Claro-me dirigí a toda prisa hasta el cuarto de baño con la mirada agachada y con el conocimiento total de que los dos chicos me estaban mirando hacerlo. Víctor se apartó de la puerta y me dejó allí solo. Cuando hubo salido del todo, cerré tras de mí y empecé a reír silenciosamente.

La estancia era tan hermosa como el resto del cuarto. Era completamente blanco. Los azulejos, las luces, las toallas, los jabones, todo. Deslicé la mampara de cristal opaco que separaba la ducha de todo lo demás y encendí el grifo del agua fría. Una ducha de agua fría me vendría bien en aquel momento.

Apenas tardé un par de segundo en despojarme de las sudadas ropas y meterme bajo el agua.

El agua me hizo tiritar al principio, luego pareció ponerse ardiendo conforme pasaban los minutos. Me enjaboné despacio tratando de alargar mi regreso a la habitación el máximo tiempo posible.

Ya había estado con Danny anteriormente, pero estaba nervioso. Me temblaba el cuerpo, pese a saber que en aquel lugar no iba a pasar entre nosotros nada más de lo que ya había pasado, no mientras estuviéramos bajo la atenta mirada de un crió de nueve o diez años.

Apagué el grifo y al igual que había hecho Víctor Salí del baño con una toalla en la parte de abajo y otra en las manos, mientras secaba mi pelo. Llevaba mi uniforme entre el codo y el antebrazo. En cuanto abrí la puerta los chicos me miraron de nuevo.

Danny apenas tardó un momento en pasar por mi lado acariciándome el brazo e introduciéndose en el baño. Solo cuando escuché de nuevo la puerta cerrarse a mis espaldas, volví respirar. Me deslicé sobre la cama junto al otro acompañante.

-¿Te sientes mejor?-le pregunté.

-Si, ya estoy mejor-la voz del chico empezaba a sonar menos asustadiza conforme se iba dando cuenta de que con nosotros no iba a correr ningún peligro y más fuerte y clara al darse cuenta de que podía confiar en nosotros.

-Víctor, ¿cuantos años tienes?-le pregunté encogiendo los pies sobre la cama y poniéndome frente a él.

-Nueve-contestó mirándome intensamente, como si intentara descubrir algo en mí.- ¿Y tú?

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