Ataques

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No sabía en que momento el chico se había quitado la camiseta, pero sentía el pecho desnudo de Patrick pegado contra mi espalda mientras este me recorría el cuello con largos besos, que parecían acabar siempre con la punta de la lengua sobre mi oreja izquierda. De pronto me vi agarrándolo por el cuello y atrayéndolo hacia mí, el chico me correspondió de inmediato. Dejé caer mi camiseta al suelo y le quité los pantalones en cuestión de segundos. Había estado un poco reacio a hacer aquello después de lo que Ben me había echo pero tampoco podía negar que aquello me gustaba, me gusta el sabor de Patrick, el cuerpo de Patrick, me gustaba Patrick. Era más que eso. Estaba enamorado de él y aquello habría sido imposible de tratarse de alguna otra persona. Empujé al chico sobre la cama y le levanté los brazos por encima de la cabeza. Me situé sobre él y empecé a besarlo de nuevo. Patrick comenzó a excitarse. Tiré de los boxer hasta dejarlos por debajo de las rodillas.

-Vaya, yo también me alegro de verte-el chico dudó al principio, pero al verme reír, se abalanzó sobre mí.

-Ahora verás-dijo él. Luego todo fue tan perfecto como siempre. El chico me hizo el amor tal y como yo lo recordaba. Calido y tierno y fuerte y suave. Era como el fuego y el hielo. Tan complaciente y tan fácil de complacer. Al igual que había pasado con Danny, una vez terminada la pasión, se quedó dormido con mis dedos entrelazados entre sus cabellos. Jamás había podido hacer aquello antes, ya que el chico siempre había ido perfectamente rapado. Ahora que su pelo había crecido lo suficiente, si que podía comprobar los efectos narcóticos de mis manos en él. El chico descansaba placidamente, mientras su pecho subía y bajaba sin ninguna dificultad. Yo sin embargo no conseguía conciliar el sueño. La noche ya había caído hacia rato. La luz de las farolas de la calle se colaba por entre la ventana abierta. Me quité el brazo del chico de encima y me dirigí de nuevo hacia la ventana. Justo donde había estado antes de que ocurriera aquello. Me senté de nuevo sobre el alfeizar y me acurruqué allí mientras miraba a la calle. Las casas parecían haberse apagado hacia ya rato. Un par de chicos de mi edad más o menos pasaron riendo con botellas de cristal en la mano y riendo a carcajadas. Un hombre salió a pasear al perro y una señora con rulos en la cabeza a tirar la basura. ¿Dónde estaríamos?, ¿Abríamos llegado a San Diego de nuevo o estaríamos en algún lugar de camino?

Entonces un montón de preguntas y breves respuestas se agolparon a mi mente, junto a la señal de peligro. Un escalofrío recorrió mi espalda.

-Claro-susurré.

No quería despertar a Patrick, por lo que suavemente me levanté de la ventana y caminé hacia la puerta. Tenía que comprobar si todas mis sospechas eran ciertas y de comprobar que así era, tendríamos que desalojar aquella casa de inmediato. Cerré tras de mí y me adentré en el pasillo. Estaba oscuro, pero a pesar de eso fue la primera vez que no sentí miedo en todo el día. Bajé las escaleras. En el gran salón no había nadie. La fuente que aquella tarde estaba prendida de chorros verdes y azules, estaba apagada. La puerta que estaba justo al borde de la sala, que la noche anterior había estado cerrada, estaba abierta y desde su interior salían voces. Me acerqué más por saber si quien yo buscaba estaba allí, que por interés.

-¿Tienes lo que te pedí?-preguntó una voz.

-Si-contestó una voz femenina. Me sorprendió reconocer la voz de Reccelen.-Ya te lo dije anoche.

Caminé un poco más, para poder escuchar mejor, estaba justo en el borde de la puerta.

-Tenemos que actuar deprisa-dijo otra voz masculina.

-Primero tenemos que esperar la ayuda, no podremos solos-la chica le respondió en susurros.

-¿Por qué?

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