Yo

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La cosa era interesante, Elizabeth extendía su brazo hacia mi boca y yo dudaba si tomarlo o no. Puede ser una trampa... pero ya nada importa, haría lo que sea para estar a su lado.

Pegue mis labios a su brazo y comencé a lamberlo como si de un dulce se tratara, era exquisita como las fresas. Sin creerlo la mordí, intentando encajar mis colmillos, la sangre no salia pero mi cuerpo perdio su equilibrio y me desmaye.

Sentía como mi cuerpo estaba muy pesado, ¿Por qué estoy consiente de lo que pasa a mi alrededor si se supone que estoy desmayada?
Cosas de muertos supongo.

-Eres increíble, tu cuerpo acepto con gusto la transformación... He tomado la decisión correcta, eres perrrrfecta

Me tomo en brazos y comenzo a caminar, no sé a donde ibamos pero, como dije antes, no importaba. Era muy difícil mantener los ojos abiertos y si los mantenía seguía viendo penumbras, no le hayaba el caso. Sentí un horrible dolor de cabeza y en mis huesos, ¿Qué tanto me sucede? La curiosidad me mataba.

-Hemos llegado, estas frente al Espejo del Cambio. Se dice que quien se refleje, vivo o muerto, cambiara su total apariencia y tú lo necesitas

Me sentó en pose de indio frente al espejo y abrí los ojos, no me había dado cuenta que los cerre. Era de cuerpo completo, simulaba ser una puerta y tenía el diseño de un árbol, todo eso era de cobre con dorado y creo que pequeños diamantes, uno en especial llamo mi atención: tenía forma de rosa y era morada.

-Mirate en el espejo y este hará lo demás por ti-me acerque gateando y una vez frente a frente me vi... era un desastre

Mi largo cabello rubio cenizo estaba enredado y cubierto de sangre, mis ojos cafes sin ningún brillo con leves ojeras debajo de ellos, mis labios partidos y manchados de sangre junto con mis mejillas; baje un poco para ver mi cuello y encontrar una cicatríz simulando una sonrisa, había hecho un corte perfecto sin querer.

Suspire, nunca me gusto ser rubia. Mi Madre era castaña al igual que mi Padre, ¿Por qué yo rubia? No lo entendia, era bonito el color pero... sentía que no era de la familia.
Fue entonces que mi reflejo empezo a cambiar.

Mi cabello, que me llegaba a mitad de la espalda, comenzó a decolorarse y crecer. Mis ojos siguieron sin brillo pero en ellos crecía un remolino muy chulo. Mi piel bronceada se volvio blanca como la de Elizabeth y mi cuerpo de adolescente por el de una niña, no mucho de 8 años.

El resultado fue que mi cabello quedo blanco pero con leves líneas plateadas, que sí brillaban, y se ponía gris conforme llegabas a las puntas, crecio hasta mi cintura por lo que no era mucho; mis ojos de un morado apagado, no lila, no morado grisaseo, ni oscuro, sólo apagado. Me gustaba como me veía.

-Eres encantadora-la cruz en medio de mi ahora plano pecho desaparecio pero su luz se movio a mi hombro derecho y ahí aparecio una corona roja-recuerda, eres mi hermana ahora y necesito reconocerte. Tu cambio borrara parte de mi memoria pero con esta marca al verte volveran

-Gracias por todo, Elizabeth-mi voz era dulce y algo chillona, como la de toda niña... creo-¿Ahora que me pongo? Mi ropa me queda grante-y era cierto, parecia pijama... de hecho era mi pijama

-Espera aquí, ya vuelvo-y se hizo humo, tele transportación quizas

Damicela, usted aun no termina de reflejarse.

Esa extraña voz me asusto, mire al espejo pero en este no se hayaba mi reflejo sino en su lugar estaba negro y con un humo circulante.

Eliga una de estas hermosas piedras, será una herramienta muy útil para hablar con su "hermana" y evitar que los rayos del sol la delaten.

Vía De EscapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora