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 Al leer aquello, Zoe no pudo evitar fruncir el ceño. Entonces, una muy leve sonrisa se apareció rápidamente en su rostro. Aunque tan rápido como aquel pequeño gesto surgió, desapareció. Una vez más, la muchacha adoptó aquel neutro semblante característico de ella. 

 Su respuesta, él era su respuesta, o al menos así se hacia llamar aquel muchacho anónimo. Su respuesta. 

 Sin poder dejar de repetirse aquello mentalmente, Zoe desvió la mirada por un momento, pensando en cuál sería la manera correcta de responder a aquello. De inmediato, rasgó un nuevo trozo de papel y escribió en él lo que se vino a su cabeza para después dejarlo en el lugar habitual. 

 Si así se haces llamar él, entonces debería saber; 

¿vale la pena ir a la escuela si al final lo más probable es que se olvide la mitad de lo que se aprendió? 

¿o vivir si al final no se recordará ni siquiera una cuarta parte de lo que sucedió?



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Pero ya noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora