Reencuentro

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Cuando vi a Ariel en la sala de estar se me paró el corazón, era preciosa, no más que eso era DIVINA. Tenía el pelo negro azabache suelto en perfectas y mágicas ondas, un ligero rastro de maquillaje cubría su perfecta e impoluta piel resaltando el color chocolate de sus ojos.

Ariel había elegido unos vaqueros y una camiseta, combinado con una americana de vestir y unos tacones para esa noche. Al acercarse lo primero que sentí fue el dulce aroma de su perfume; mientras Olaf la olfateaba me fijé mejor en su atuendo. Llevaba unos pendientes con forma de bola pero que estaba hecho de finos hilos de metal, formando una especie de ovillo, después llevaba la misma cruz que este medio día complementada con un collar de perlas, perlas grises y perlas negras y para rematar llevaba un reloj blanco y rosa.

Hablamos de Stella y Olaf y cuando mi hija agarró las perlas supe que iba acabar mal, al intentar quitárselas, el collar cedió y se rompió. Ariel ni se enfadó y a pesar de que me ofrecí a pagar la reparación se negó, Stella por su parte pilló un berrinche impresionante, no conseguía que se calmará y ya no sabía que más hacer. Entonces Ariel se ofreció a intentarlo ella y no pude negarme, odiaba cuando Stella se ponía así. Ariel la cogió en brazos como una profesional, le dijo algo en otro idioma mientras le pasaba los dedos por la cara y se encaminaba al patio donde almorzamos esta mañana; Stella se calló de golpe, luego tarareo algo y unos segundos después comenzó a cantarle en otro idioma. Stella se calmó y se relajó en sus brazos más rápido de lo que lo hacía en los brazos de cualquier familiar, incluso más que en los brazos de Giorgia. No pude evitar seguirlas hechizado por el sensual sonido de la voz de Ariel, cuando terminó de cantar se giró y me entregó a mi pequeña quien hizo unos pucheros dejando bien claro que no le gustaba nada el cambio, Ariel se acercó y le dio un beso en la coronilla.

Hablamos sobre lo que le había dicho a Stella y lo que le había cantado, me sorprendió saber que Ariel hablaba inglés, español, ruso y latín, también averigüé que había hecho de niñera y que el orfanato donde se crío era ruso. Pero lo que más me sorprendió fue saber que al igual que Stella era prematura.

Hablamos de Allerga, me consoló y cómo Valeria en su día me dijo quizás Allerga no tomase la mejor de las decisiones, pero tomó la que era mejor para ella, cuando le dije que su madre me dijo algo parecido ella se excusó con un encogimiento de hombros y preguntado si todas las mentes pensaban igual.

Después de eso le dije que debía llevar a la pequeña para que la niñera le diera la cena, Ariel me comentó que Briana y Giorgia iban de cabeza con los preparativos de la cena y que se habían atrasado un poco al plancharle la ropa, me propuso que si quería podía darle la cena y no pude negarme.

Al llegar a la cocina le dije a Giorgia que Ariel le daría la cena a la pequeña para que pudieran ir más desahogadas, la mujer asintió y le pasó todo lo necesario a Ariel declinó el plato que Giorgia le ofrecía y solo tomó el potito y la cuchara, se arremangó la americana y comenzó a darle de comer. Pasamos veinte minutos dándole de cenar a Stella, la niña montó un espectáculo y no dejó de reír mientras Ariel le daba la cena.

Después de la cena llevamos a Stella a la habitación para cambiarla, Ariel nos acompañó y me ayudó a distraer a la pequeña mientras la cambiaba. Una vez cambiada Stella le echó los brazos a Ariel, ella la cogió en brazos y dijo:

- Eres tan guapa como tu mamá.

- En eso tenemos suerte, menos mal que no ha sacado mis malos genes.

- Tampoco eres tan feo Leonardo de Pazzi – dijo Ariel pasándome la mano por el pelo, nunca había sentido nada igual.

- Si tú lo dices...

Un Regalo para el DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora