Tras salir del espacio aéreo italiano por fin suspiré tranquila. Durante todo el vuelo estuve dándole vueltas a todo lo que había ocurrido y las únicas cosas que no podía quitarme de la cabeza eran la imagen de mi padre, mi madre, mis hermanos, Stella y Leo. Pero de todas esas imágenes las que más se aparecían en mi mente eran las de mi padre y Leo, no podía dejar de pensar en todo lo que Leo y yo hicimos en la piscina y en que si no hubiese dicho nada de mis cicatrices habría acabado sucumbiendo a la pasión sin importarme nada. Aunque a por muy tentadoras y tormentosas que eran mis recuerdos con leo más lo eran las fotos de mi padre. Llevaba diez años viviendo con la imagen de Grisha Alekxandrovich y visitando su tumba el día de su cumpleaños y el día del aniversario de su muerte, hasta ayer creía que sabía más de Grisha Alekxandrovich que de mi padre... ahora resultaba que mi padre era el hijo de la persona que me había salvado la vida. Necesitaba aclarar las cosas con Nikita antes de volverme loca.
Al aterrizar en Moscú fui directa hasta un hotel del centro donde me esperaba un helicóptero que me llevó hasta San Petersburgo. Una vez en casa, salí a la terminal de llegas del aeropuerto donde me encontré con Jared, nos fundimos en un abrazo mortal durante un buen rato, cuando ambos asimilamos que estaba de nuevo en casa nos separamos y fuimos a la salida.
Jared metió mis maletas en el maletero de su Maserati Ghibli y puso rumbo hacia la casa de Nikita a petición mía. Una vez Jared me dejó en casa de Nikita, nos abrazamos y le dije que si necesitaba algo ya le llamaría.
Al entrar en casa Nikita me recibió con los brazos abiertos y nos fundimos en un abrazo, después me invitó a pasar a la sala de estar y ponerme cómoda mientras el preparaba un poco de té y traía unos Priánik. Mientras Nikita preparaba el té saqué las fotos de mi padre las puse bocabajo en la mesa y aguardé a que viniese.
Nikita se sentó a la mesa, me sirvió el té y me pasó un Priánik de chocolate, después de tomar un buen trago de té caliente y un bocado de los deliciosos Priánik de Svetlana miré a Nikita y dije:
- Mi madre biológica me ha enseñado fotos de mi padre.
- ¿A sí? ¿Cómo fue todo?
- Bien, muy bien. Es una buena persona y entendí por qué me dejó en el hospicio y no puedo culparla de nada. ¿Quieres ver las fotos de mi padre?
- Si tú quieres claro, sería un honor.
Le pasé las fotos y dejé que las mirara tranquilamente, después de ver dos de las fotos Nikita levantó los ojos de las fotos me miró fijamente y pregunté:
- ¿Lo sabías?
- Al principio no, pero un día te hice una prueba de ADN y lo corroboré. Sabía que tu madre había ido a Washington y cuando supe que volvió a Italia sola supe que te había entregado en adopción, nunca creí que habías muerto como ella nos explicó en su carta; entiendo por qué lo hizo, pero nunca fui capaz de renunciar a ti. Respeté los deseos de tu madre y no te busqué, pero quiso la suerte que acabaran adoptándote unos conocidos de unos buenos amigos míos, los Stepánovich. ¡Dios! Cuando vi tu foto con Jared casi me dio un ataque al corazón... te parecías tanto a mi Grisha... Investigué a los Vólkov para poder traerte a casa con tu familia, pero no pude hacer nada para no ponerte en peligro pues la gente con la que Dmitry y después su hijo Nikolai se juntaban no eran de fiar y podías acabar tu lastimada. Nos resignamos a verte crecer desde lejos, a saber de tu vida por terceras personas, entre ellas un investigador privado.
Pero en cuanto supimos que te habías escapado de casa decidimos mover ficha, lo que pasa es que eras muy buena escondiéndote como tu padre y nos costó mucho encontrarte. Mi querida Irina murió al año de escaparte de casa, cada día que pasabas en las calles era un suplicio para nosotros, especialmente para Irina quien le recomendó a tu madre volver a Washington hasta que pillaran a los culpables. Irina se culpaba de todas las desgracias de tu vida sus últimos quince años de vida no fueron vida, era una muerta en vida.
Casi perdí toda la esperanza de encontrarte, pero cada vez que notificaban en el ministerio el hallazgo de algún cuerpo bajaba para comprobar si eras tú.
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Un Regalo para el Duque
RomantikLeonardo Pazzi, viudo y padre de una niña, estaba dispuesto a mantener a su pequeña alejada de la prensa. Así que cuando una belleza del otro lado del Atlántico apareció en Florencia haciendo preguntas una soleada mañana, su instinto italiano de pro...