Llevaba cinco días en Florencia y mis esperanzas de encontrar a mi madre estaban disminuyendo. No me hacía ilusiones, pero al menos esperaba encontrar alguna pista.
Toda la gente con la que había hablado habían sido muy amables todos habían hecho lo posible para contestar a mis preguntas incluso si no me entendían buscaban a cualquier persona que hablase inglés para poder contestar mis preguntas.
Durante mi estancia en Florencia apunté un montón de ideas para mis diseños, me mantuve en contacto con nuestra sede en Londres y además me había escrito con Jared para saber dónde estaríamos al llegar la semana que viene.
Mientras me daba una vuelta por la Galería de los Uffizi empecé a darle vueltas a lo sucedido la noche anterior; estaba a punto de salir del museo cuando me encontré con la mujer que me envió al banco Pazzi me acerqué a ella. Le pregunté a la mujer si podía decirme porqué me había mandado al banco Pazzi, la mujer nos apartó del tráfico humano que había en el museo y dijo:
- Hace unos años la heredera de los Médici perdió a su madre en circunstancias muy sospechosas, el padre de la joven tenía muchos enemigos entre ellos estaba la familia Pazzi que son sus enemigos más antiguos. No es que fueran enemigos, tampoco amigos, sino que eran rivales desde hace muchísimos años. El Duque de Médici pensaba que habían asesinado a su esposa e incrementó a la seguridad en torno a su familia, pero meses después el hijo del Duque de Médici falleció, el pobre hombre se esperaba lo peor así que mandó a su hija fuera de Italia. Nadie sabe dónde la mandó o con quien lo único que se sabía era que la joven ya no estaba en el país. Todo el mundo en la ciudad sabía que el Duque de Pazzi iba detrás de la joven Médici y habían rumores que de que o bien una facción de la familia Pazzi o una facción de la familia Médici habían participado en la muerte de la Duquesa y su hijo. Un año después el Duque demostró su poder al casarse con ella y convertir el evento en un acontecimiento del año en toda Europa.
- Muchísimas gracias por la información signora es usted un pozo de información y sabiduría.
- De nada hablar con una ragazza cómo usted es un placer, espero haberla ayudado.
- No sabe cuánto. Grazie. Arrivederci.
- Arrivederci.
Al salir del museo me dirigí al coche pitando, no quería saber nada de la gente del banco. Las palabras de la guía del museo resonaban en mi cabeza mientras mi en mi mente se reproducía la escena de la revuelta Pazzi en el final de la primera temporada de Da Vinci's Demons. Estaba abriendo el coche cuando una voz masculina dijo:
- Espere un momento señorita Vólkova...
- ¿Qué demonios hace usted aquí? ¿Me está siguiendo?
- No, no la estoy siguiendo...
- ¿Qué quiere?
- Me gustaría disculparme – dijo el hombre de la noche anterior mirándome con una mirada escrutadora.
- ¿Por qué iba a querer disculparse conmigo?
- Por cómo la traté anoche, mi comportamiento fue muy grosero. Sinceramente le debo una disculpa.
- Muy bien disculpas aceptadas, ahora por favor me gustaría marcharme.
- No puede hacerlo... Sé a quién está buscando y puedo facilitarle información.
- Creía que usted no hablaba con periodistas... dejó muy claro donde me podía meter mis preguntas, así que disculpé sino me fio un pelo de lo que usted dice – agarré la manilla del coche y me dispuse a subir.
- Sé dónde se encuentra su madre...
- ¿Quién demonios es usted?
- Discúlpeme de nuevo; soy Leonardo de Pazzi el hijo mayor del Duque Francesco de Pazzi, pero puede llamarme Leo – dijo el nombre.
- El león que bien... ¿eso debe hacerme sentir mejor? Por qué no funciona.
- Supongo que no, pero puedo llevarla hasta su madre.
- ¿Está diciendo lo que creo que está diciendo?
- Si, señorita Vólkova; estoy diciendo lo que cree que estoy diciendo.
Me aferré a la manilla cómo pude, pero ya no sirvió de nada; primero vino la visión borrosa y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, luego vino el mareo general, después la visión de tubo o más bien de pajita y por ultimo todo se volvió negro e ingrávido.
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Un Regalo para el Duque
RomansaLeonardo Pazzi, viudo y padre de una niña, estaba dispuesto a mantener a su pequeña alejada de la prensa. Así que cuando una belleza del otro lado del Atlántico apareció en Florencia haciendo preguntas una soleada mañana, su instinto italiano de pro...