Una vez instalada en la habitación de invitados de Leo no podía estarme quieta, en menos de dos horas iba a conocer a mi madre biológica eso si no hacia un agujero en el suelo y me caía a la planta de debajo de caminar todo el rato arriba y abajo por la habitación.
Necesitaba relajarme a cualquier precio y ducharme, así que agarré ropa limpia y fui a darme una ducha relajante, pero fue en vano al salir y ver la hora me puse histérica. Me estaba a punto de vestir cuando una de las criadas de Leo vino para ver si tenía algo para planchar, comprobé mi ropa pulcramente tendida sobre la cama y luego a ella y otra vez a la ropa. Estaba tan desquiciada que casi me pongo a llorar, yo no era una blandengue que se ponía a llorar a la mínima de cambio, pero aquella situación estaba destrozándome los nervios.
Le pedí a la mujer, que se llamaba Brianna que me diese su opinión, ella observó con cuidado mi ropa mientras yo me paseaba arriba y abajo aguardando un veredicto. Sabía que mi ropa no era para encontrarse con una Duquesa, demonios nunca pensé que mi madre biológica podía ser una; así que mi ropa de viaje, consistía en algún vestido veraniego mono, tejanos, camisetas y alguna chaqueta de traje, todo informal y nada que ver con el estatus de mi "madre". Brianna se llevó la ropa para plancharla y me dijo que acabase de arreglarme mientras ella planchaba.
Otro problema, el maquillaje... no llevaba nada de eso, lo detestaba y lo evitaba todo lo que podía. Lo único que llevaba era un lápiz labial color coral, un poco de rímel, delineador de ojos y algo de sombra de ojos color carne, todo muy discretito.
Mientras esperaba a Brianna, me cepillé la melena y me sequé el pelo como lo haría en casa, al natural sin secador, dejando que mi pelo cogiera volumen a su aire. Cuando Brianna trajo la ropa me la puse en un santiamén y fui a retocarme con el poco maquillaje que tenía.
Tras arruinarme el maquillaje tres veces, a la cuarta conseguí por fin que el resultado fue aceptable, pero no dudaba que si seguía con los nervios a flor de piel acabaría como los tres primeros.
Para calmarme pensé en llamar a Jared a casa, pero no podía ser porque tenía una cita de negocios, así que llamé a casa, necesitaba oír la voz de la persona que para mi era mi padre y mi salvador, contando la diferencia horaria Nikita ya debía estar en casa, descansando un rato sentado en su sillón orejero leyendo un buen libro mientras escuchaba a Chaikovski. Tras dos tonos Nikita descolgó y dijo:
- ¿Dígame?
- Papá...
- Ariel pequeña, ¿qué ocurre? ¿Te ha pasado algo? ¿Estás bien? ¿Estás herida? – preguntó alarmado.
- Estoy bien papá, solo que estoy muy nerviosa y no consigo relajarme, lo intento una y otra vez y no funciona. No debería haber hecho este viaje...
- La has encontrado... Ariel son los nervios y el miedo hablando por ti cariño. ¿Os vais a conocer?
- Sí en una hora o treinta minutos más o menos y estoy hecha un flan.
- Cálmate kheruvim, todo va a salir bien.
- Papá ella es una duquesa, una mujer con título y una vida muy diferente a la mía y me voy a presentar en vaqueros y camiseta.
- ¿Y qué? Ella fue joven, cometió errores como cualquier persona. Y tú moy malen'kiy kheruvim eres perfecta tal y como eres, no necesitas ir vestida de diseñador para que la gente vea lo hermosa que eres por dentro y por fuera. No necesitas ningún título para ser elegante y refinada, tienes una clase y una elegancia innata que muchos reyes quisieran poseer.
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Un Regalo para el Duque
RomanceLeonardo Pazzi, viudo y padre de una niña, estaba dispuesto a mantener a su pequeña alejada de la prensa. Así que cuando una belleza del otro lado del Atlántico apareció en Florencia haciendo preguntas una soleada mañana, su instinto italiano de pro...