El gran secreto de Valeria

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Ariel se tambaleó hacia atrás, reaccioné por instinto, pero no logré cogerla a tiempo y su cabeza golpeo el asfalto con un golpe sordo. Con cuidado la agarré en brazos, poniendo especial cuidado al levantarle la cabeza, le ordené a Rafael que cogiera sus cosas y las pusiera en mi coche y después llevase el coche a la empresa de alquiler de coches. Al girarme para dirigirme al coche me di cuenta de que la gente me miraba, algunos con el teléfono en la mano marcando el número de la policía, para evitar el escándalo y aplacar a las masas acomodé a Ariel con sumo cuidado contra mi pecho y le dije:

- Il mio amore... sono qui. Tutto andrà bene.

Ariel gimió y yo la llevé directamente al coche, la acomodé en el asiento del copiloto bajo la atenta mirada de unos espectadores más tranquilos y nos puse rumbo al palazzo. Mientras conducía de camino a casa, llamé al médico de la familia y le pedí que fuera a casa, el hombre preguntó si se trataba de Stella, pero lo único que pude decirle es que se trataba de una amiga. Después de colgarle al médico llamé a Brianna le pedí que alistase la habitación de invitados y que estuviese lista para cuando llegase a casa.

Durante el trayecto al palazzo pude contemplar el perfil de Ariel Vólkova, era realmente hermosa, pelo negro azabache y piel de porcelana; sin lugar a dudas era la viva imagen de su madre la Duquesa de Médici.

Al llegar al palazzo instalé a Ariel en el cuarto de invitados y aguardé a que el médico llegase sentado a su lado en la cama. Cuando el médico llegó los dejé a solas para que la visitara tranquilamente, al salir el hombre me informo de que Ariel no tenía ninguna lesión aparente y que salvo el golpe y la lipotimia que había sufrido estaba bien. El médico se marchó dejando escrito lo que Ariel necesitaba para recuperarse totalmente.

Mientras Ariel descansaba tranquilamente en la habitación de invitados bajé abajo y le pedí que preparase algo de comer para cuando Ariel despertase. Brianna comenzó a preparar la cena y yo pasé el rato con mi hija, que ya estaba muchísimo mejor. Verla tan mejorada, risueña, alegre y feliz me recordaba tanto a su madre, mi pequeña había heredado todos los rasgos de su madre y me mataba que Stella no pudiese conocer la increíble persona que era Allerga. Al jugar con ella comencé a pensar en todo por lo que debía haber pasado Ariel al crecer y todo lo que había hecho para encontrar a su madre. También pensé en Valeria en cómo pudo desprenderse de la que debía ser la mejor cosa de su vida, Stella era el centro de mi mundo desde el momento en que nació; vale que las circunstancias no eran las mismas, pero me costaba entender que alguien se deshiciera de su pequeña sobre todo viendo el cariño con el que trataba a mi hija y a mis dos hermanos pequeños.

Entendía que Valeria había recibido una educación muy estricta al igual que mi padre donde lo que imperaba era el honor y el enriquecimiento de la familia. Tanto Valeria como mi padre se habían criado en un ambiente donde los matrimonios pactados eran normales, ya fuera por dinero, por títulos o por la dichosa tradición. Podía llegar a entender que tuviese miedo de contarle a su padre que se había quedado embarazada sin estar casada, pero abandonar a su hija era surrealista.

En cuanto llegó Rafael dejé a mi pequeña en manos de Giorgia, Stella soltó unas cuantas lágrimas cómo siempre hacia cuando la apartaban de mi lado, la colmé de besos y fui hasta la habitación de invitados donde se encontraba descansando el mayor secreto de Valeria de Médici.

Al entrar en la habitación encontré a Ariel sentada en la cama mirando desconcertada donde se encontraba, al entrar en la habitación se sentó erguida y muy tensa pegó la espalda contra el cabecero de la cama y fijó la mirada en mi sin cortase un pelo.

Me acerqué a la cama sosteniendo un vaso de agua, al ver que no hacia ningún intento de salir corriendo me acerqué a su lado y le pasé el vaso de agua ella lo examinó y lo descartó de plano, dejándolo en la mesita. Me senté en los pies de la cama y ella apartó los pies de golpe y los pegó contra su pecho sin apartar los ojos de mi. Esperé que ella fuese la primera en romper el silencio ensordecedor que nos rodeaba, pero no dijo ni medía así que con un suspiro dije:

Un Regalo para el DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora