Nada más irse Ariel a su habitación me senté en el sofá apoyé la cabeza en sofá y suspiré. No podía dejar de pensar en Ariel encima de mi vistiendo aquella camisola blanca, sus manos enredadas en mi pelo... no podía dejar de pensar en el momento que me había deshecho de la camisola y se había quedado en ropa interior delante de mi.
Todo había sido perfecto hasta que noté aquellas horribles marcas surcando su espalda, aquello me había sacado de mi perfecta ensoñación. Lo que más me sorprendió fue que Ariel se apartó de mi como si tuviese la peste y salió corriendo de la piscina. Aquella visión de ella saliendo por el lateral de la piscina chorreando agua y llevando tan solo unas pequeñas braguitas borgoña era la cosa más erótica que había visto en mi vida.
Ariel tenía un cuerpo digo de una supermodelo, pero lo mejor de todo es que ella no parecía comprender lo atractiva que era. Desde que Ariel apareciese en mi vida no sabía que me había poseído, pero parecía incapaz de pensar con claridad, lo único en lo que podía pensar era en lo mucho que la deseaba, en tenerla todo el día cerca de mi y nunca dejarla marchar. Al principio no me había dado cuenta de lo que decía, pero cuando Ariel me ha preguntado que había dicho lo he tenido claro y lo he soltado sin más. Al principio me había parecido que aceptaba, pero en cuanto he preguntado por las cicatrices la burbuja ha estallado.
Cuando ella se había ido a su habitación, me quedé un rato más en agua dándole vueltas a lo que había pasado y en cual sería mi siguiente movimiento mientras aplacaba el deseo que aún hervía por mis venas cual río de lava. Pensaba que estaba haciéndolo bien hasta vi flotando su sujetador cerca de mi en la piscina y volvió a mi todo lo que habíamos compartido hacía tan solo unos instantes. Agarré la prenda, y salí de la piscina, al salir de la piscina recogí la camisola del suelo y la dejé junto con el sujetador sobre una de las mesitas.
Me sequé un poco y subí a la habitación de Ariel y la encontré a medio vestir, le dije que sabía lo que había notado y que por la forma en que agarraba la toalla sabía que escondía algo. Ella se limitó a decir que no era nada que a mi me tuviese que importarme lo que me dolió más que me pegasen un puñetazo en la boca del estómago pues a mi me interesaba todo lo que tuviese que ver con ella. Pero lo que más me dolió fue saber que deseaba que nada de todo lo que habíamos vivido en la piscina no hubiese pasado, eso fue como si me arrojase un cubo de agua helada a la cara. Una furia ciega se apoderó de mi y agarré a Ariel de los hombros y le dije que no volviese a decir eso nunca más, ella me espetó que le había pedido matrimonio, le expliqué que era la única manera de que mi padre no la adoptará, que era lo único que se me ocurrió para que todos saliésemos ganando, pero ella no parecía dispuesta ni a ceder, ni a creer nada de lo que le estaba diciendo.
Al final tras intentar convencerla durante un buen rato y no conseguir nada, le dije que la dejaba acabar de vestirse y que mientras ella terminaba de vestirse yo me cambiaría de ropa e iría a ver a Stella.
Al salir me metí en mi habitación, me cambié de ropa y me vestí con unos tejanos negros y una camisa negra; cuando estuve listo fui a la mesita y cogí la pequeña cajita de terciopelo negro, saqué la sencilla alianza de oro que había pertenecido a mi madre y me la guardé en el bolsillo. Una vez arreglado fui a ver a Stella que estaba sentada en la cuna jugando con su peluche favorito, la cogí en brazos y la colmé de besos y cariño. Cuando llegó Giorgia con el biberón de la tarde dejé a mi pequeña en las expertas manos de Giorgia después de unos cuantos mimos más. mi niña echó unas cuantas lagrimas como solía hacer cuando alguien la apartaba de mi, la besé en la carita y me encaminé hacia abajo.
Al llegar abajo, fui directo a la sala de estar donde encontré a Ariel paseándose arriba y abajo por la sala de estar. Me acerqué y antes de que viese mis intenciones, saqué la alianza, le cogí la mano y la deslicé en su dedo anular. Ella se quedó mirando la alianza y después me preguntó que hacía, le expliqué que era su anillo de compromiso y que mañana sería su alianza de boda. Ariel apartó la mano antes de que pudiese decir nada más y me soltó que ella no había decidido participar en esta locura de plan, le contesté que entonces mañana solo tendría que decir que no y no volvería a sacar nunca más el tema. Entonces me soltó que como podía hacerle aquello, lo que consiguió sacarme de mis casillas, si hubiese ido a cualquier y le hubiese hecho esa propuesta habría dicho que, si antes de que terminara de hablar, pero Ariel no solo no había aceptado, sino que parecía ofendida como si en vez de hacerle el mejor de los regalos y dejar que fuese la madre de la que hasta ahora era mi mundo la hubiese insultado.
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Un Regalo para el Duque
RomanceLeonardo Pazzi, viudo y padre de una niña, estaba dispuesto a mantener a su pequeña alejada de la prensa. Así que cuando una belleza del otro lado del Atlántico apareció en Florencia haciendo preguntas una soleada mañana, su instinto italiano de pro...