Capítulo 2

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Le sostengo la mirada, intentando no vacilar. Ante mí se encuentra la persona con la que me he encontrado en un callejón apenas unas horas antes; la persona que me ha vociferado que me aleje de él; el chico que aparece en mis sueños periódicamente.

Camina por el pasillo que forman las mesas alineadas, dejando a su paso suspiros y respiraciones contenidas por parte de las féminas del aula. Toma asiento un par de mesas más hacía la derecha que yo, en el único pupitre que queda vacío en el aula. Es entonces cuando el aire fluye de nuevo hacia mis pulmones, devolviéndome a la realidad.

Dejo caer mi espalda contra el respaldo de la silla, encogiéndome,intentando hacerme lo más pequeña posible para pasar desapercibida.

La clase sigue su curso; los minutos transcurren perezosamente en el reloj de pared mientras Antonio nos repite, un año más, las normas del centro. Mientras, me descubro suplicando interiormente para que el timbre suene de un momento a otro, poniendo fin a la hora más larga de mi vida, dándome la libertad de poder salir corriendo a cualquier lugar lejos de donde me encuentro, lejos del chico que,ahora, también me persigue en la vida real. Rezo para que, en cualquier momento, algo se accione en mi interior y me devuelva al mundo real, sobre mi mullida cama durante la madrugada, confirmando que este día es solo una pesadilla más.

Pero no puedo engañarme a mi misma: esto no es un sueño y, el chico que se sienta dos mesas más hacia mi derecha, es tan real como yo.

Intento controlar mi respiración que, sin darme cuenta, se ha acelerado más de lo normal.

Cojoun bolígrafo al azar y comienzo a hacer garabatos en otra hoja,intentando parecer interesada en las palabras del profesor. Pero realmente, mi atención se centra en su totalidad en el individuo que tengo a la derecha. Noto como sus ojos están fijos en mí, como su intensa mirada abrasa mi piel, desvelando todos mis secretos, sin poder hacer nada para evitarlo.

Me revuelvo incómoda en mi asiento una vez más mientras miro el reloj de pared, el cual indica que tan solo faltan unos segundos para terminar la clase.

El timbre suena, y, aunque lo estaba esperando, no puedo evitar dar un bote de sorpresa antes de levantarme de la silla.

Recojo mis cosas a una velocidad que no creía posible y camino con paso ligero hacia la puerta.

Cuando la atravieso, cualquier sensación de incomodidad que sentía en ese momento desaparece entre la multitud de adolescentes.

Me dirijo a la taquilla para dejar los libros y, al abrirla, mi vista vuelve a reparar en la flor blanca que descansa sobre la pila de libros de ciencias. Sonrío al mismo tiempo que cierro de nuevo la puerta y me dirijo a la puerta de la cafetería; justo al lugar donde Marcos me está esperando.

Está apoyado en la pared descuidadamente, con la mirada perdida en algún lugar que parece estar muy lejos. Miro directamente hacia sus ojos;podría pasarme horas mirando esos ojos azul turquesa sin cansarme.

Estoy a un par de metros cuando advierte mi presencia, desviando su mirada hacia mí, sonriendo.

– Tan guapa como el primer día, pequeña – dice justo antes de besar mi frente. Me pongo colorada al instante, y eso hace que sonría aún más; sabe que efecto tienen esas palabras sobre mi.

– Tan pelota como siempre, mi amor – digo, añadiendo sarcasmo en la última parte.

Su sonrisa se ensancha. Me toma de la cintura y me acerca a él, dándome un suave beso en los labios.

– ¿Te parece esto lo suficientemente pelota? – Dice sonriendo, con su nariz pegada a la mía.

Me quedo mirándole con una sonrisita tonta en la cara. Dios, este chico hace conmigo lo que quiere, y lo peor de todo: él lo sabe muy bien. Solamente son necesarios un par de segundos para sumergirme en sus profundos ojos como el océano. Poco a poco, la sensación de querer tenerlo más cerca se va apoderando de mi cuerpo; soy como una polilla atraída por la luz más brillante y cegadora.

Eternamente [Libro Primero] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora