Capítulo 14

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–¡Vamos, rubia, que no llegamos! – me apremia Raquel desde las escaleras.

Contemplo una vez más mi reflejo antes de salir.

Casualmente, el vestido que mi madre guardaba me quedaba como un guante; parecía hecho a medida, y ella había insistido en que me lo pusiera.

Mi cabello se haya sujeto en un peculiar recogido en la parte media-alta de mi cabeza, dejando caer unos mechones de una forma perfectamente descuidada por los laterales.

De forma inconsciente, mis manos se deslizan por la suave tela, siguiendo la forma de los bordados.

Mi subconsciente no hace mas que recordarme una y otra vez lo semejante que es todo esto a un sueño. A un sueño muy familiar.

Bajo las escaleras en pos de la peliazul, llegando al recibidor donde nos espera Sandra.

–Estáis espectaculares, chicas – dice la pelirroja mientras nos guiña un ojo.

Raquel frunce el ceño mientras contempla su vestido en tonos oscuros.

–Pues yo me siento como un champiñón con patas. ¡Cuanta pomposidad!

–Y que lo digas – concede Sandra–. Que envida, Ash; que suerte has tenido – dice sonriéndome –. Tu vestido es precioso y para nada pomposo... Vas a ser la única que no parece un champiñón andante.

Las tres reímos.

–Oh, estáis guapísimas – dice mi madre sonriendo, haciendo acto de presencia. Unos segundos después, reparo en el objeto que guarda su mano: una cámara. Resoplo–. Oh, vamos, solo una Ash – dice fulminándome.

No me da tiempo a quejarme: las chicas me agarran colocándome en posición para la foto.

– ¡Sonreír! – el flash sale disparado, cegándonos a las tres.

– Por esto odio las fotos – murmuro sin que nadie me oiga.

El timbre se hace eco en la sala, llamando la atención de todas; especialmente la de Raquel, que corre hacia la puerta como alma que lleva el diablo.

La pelirroja y yo sonreímos, cómplices: no volveremos a verle el pelo en un rato, ni a ella, ni a su pelirrojo.

Sandra la sigue y sale a la calle en dirección al coche de Marcos, que está vacío.

Ni siquiera me da tiempo a preguntarme dónde está él, ya que alguien me tapa los ojos, sobresaltándome.

– ¿Quién soy...? – Dice una voz dulce susurrando en mi oído.

Una risilla nerviosa se escurre entre mis labios.

Mis ojos quedan libres y las manos se deslizan hasta mi cintura, girándome.

Quedo de frente a él y de pronto olvido cómo respirar. Se podría decir que le hago un escaner completo de arriba a abajo.

Lleva unos pantalones color negro y una chaqueta del mismo color. Ésta se ceñe a su cuerpo musculado perfectamente y en la zona del pecho, deja ver un chaleco plateado, acorde con el pañuelo blanco que nace en el cuello de este.

Deslizo mi mirada hacia su rostro y sé que él también me ha mirado; esa sonrisa que desarma a cualquiera se ha instalado en su rostro y sus preciosos ojos azules en los que me he perdido infinidad de veces, brillan de una forma especial.

– ¿Ashly? – Dice casi riéndose.

– ¿Eh? ¿Qué? – Balbuceo.

– Te decía que te había traído esto – susurra sonriendo aun más, haciendo que sus hoyuelos se marquen.

Eternamente [Libro Primero] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora