– Me he gastado seis euros para nada – farfulla Sandra –. ¿A esa basura se le puede llamar comedia?
Río.
– Deja de quejarte, tampoco ha estado tan tan mal – replico.
– ¿Tan tan mal? Claro que no. No ha estado tan tan mal porque ha estado horriblemente mal – sigue quejándose mientras tira su paquete de palomitas vacío a la basura.
– ¿Y qué me dices del final? ¿Tampoco te ha gustado?
– ¿A caso se le puede llamar a eso final? – Contesta malhumorada mientras empieza a bajar por las escaleras de salida del cine.
Resoplo y me abstengo de hacer más comentarios; cuando se pone en modo"crítica cinematográfica", es imposible.
Con una Sandra enfurruñada a la cabeza, nos dirigimos a la cafetería más cercana que encontramos en el centro comercial. Tomamos asiento en una mesita baja con varios sillones y decidimos tomar un helado.
–¿Sabes qué? La próxima vez no nos fiaremos de las críticas que encontremos en Internet. Ni de los consejos de Raquel; tiene un gusto pésimo en cine – comenta la pelirroja, afectada.
– Eh, sí. Lo que tu digas – opto por darle la razón. A esas alturas, es lo mejor que puedo hacer; más aun si tengo un delicioso helado de stracciatella a tan solo diez centímetros de distancia.
Me lanzo a engullir semejante manjar sin pensarlo, cosa de la cual me arrepiento. Cientos de pinchazos helados recorren mi cabeza de arriba a abajo, obligándome a parar antes de la tercera cucharada.
Mientras yo hago muecas imposibles y el helado se funde en mi boca, uno de los móviles vibra sobre la mesa.
– Es el tuyo – consigo vocalizar.
Un grito más agudo de lo que me gustaría me sobresalta, haciendo queme muerda la lengua.
– ¡Es Joel! - Vuelve a gritar Sandra mientras me tiende el móvil para que vea un mensaje en la pantalla.
«Como no me has dicho que esos pantalones te hacían tan sexy? Y que tal,esta rico el helado?»
Intento contener la carcajada que se está formando en mi garganta, pero es inútil. La risotada sale disparada de una forma algo estrepitosa, provocando que Sandra se sonroje. Solo hace una semana que se conocen, y aunque Sandra no lo admita, yo sé que le gusta solo por la forma en la que me habla de él.
Me imagino como debe de estar ante ese mensaje y no puedo evitar volver a sonreír.
– Ash, esta aquí. Oh Dios mío, esta aquí. ¿Qué hago? – Me pregunta nerviosa. Solo le falta comerse las uñas.
– ¿Qué quieres hacer?
– Sabe que estoy comiendo un helado... Debe de estar afuera. Le voy a decir que venga. ¿Te molesta?
Me encojo de hombros.
– Ya está – dice sonriendo –. Así te lo presento – añade ilusionada.
Vuelve a reír y asiento con la cabeza. Tampoco será tan malo, ¿no?
Pocos minutos después, Sandra aparta la vista de su teléfono, desviándola hacía algún lugar detrás de mi. Sus ojos se iluminan instantáneamente.
Sigo la dirección de su mirada y topo con un chico alto, moreno y musculoso que está pidiendo en la barra.
– ¿Es él? – Pregunto en voz baja para que solo me oiga mi amiga.
Ella simplemente asiente mientras traga saliva.
Sigo comiendo mi helado tranquilamente mientras espero a que Joel se acerque a la mesa, haciendo acto de presencia. A diferencia de mi, Sandra parece estar al borde de un ataque, cosa que me sorprende; es una chica bastante segura de si misma en estas situaciones.
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Eternamente [Libro Primero] ©
Fantasy«Has tenido respuestas ante tí todo este tiempo y tu miedo te ha impedido verlas». Todos los derechos reservados.