Capítulo 10

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Mis músculos, que habían permanecido tensos durante esos breves segundos, se relajan de inmediato al reconocer al propietario de la voz.

–¿Qué haces tú aquí? – Pregunto, curiosa.

–Lo mismo podría preguntarte yo a ti, preciosa – replica sonriendo de lado.

–Yo he preguntado primero. Además, no es de tu incumbencia – su sonrisa se ensancha.

–Ya lo creo que si lo es – le miro anonadada. - ¿Qué clase de caballero sería si no me preocupara por esta hermosa dama?

Una carcajada escapa de mis labios sin poder controlarla.

–Oh, vamos, Acher; déjate de bromas. ¿Qué haces aquí?

–Cuidar de ti, preciosa.

Me ahorro una respuesta sarcástica cuando me doy cuenta de que no va a servir para nada. Oteo el paisaje a mi alrededor, confirmando mis sospechas: estoy en el mismo lugar en el que algunos de mis sueños transcurren.

–¿Ocurre algo? - Pregunta, sacándome de mi ensimismamiento.

–No – vuelve a hacerse el silencio y puedo notar como su mirada me taladra –. Es solo que... – me detengo, debatiéndome entre si sería correcto terminar la frase o no –. Este lugar me resulta muy familiar.

Lo miro fijamente de nuevo y puedo apreciar como sus ojos me contemplan con aire jocoso.

–¿Cómo es posible? Nunca antes habías estado aquí – afirma, convencidísimo.

–¿Y cómo es que estás tan seguro? –Lo reto con la mirada. Sé que tiene razón, mas no entiendo cómo puede saberlo. Él da un paso al frente.

–Ya te lo dije, preciosa: sé demasiadas cosas sobre ti. Más de las que podrías llegar a imaginar.

Un silencio tenso toma presencia una vez más mientras medito sus palabras.

Como tantas otras veces, una risa histérica se escapa de mis labios en el momento incorrecto.

La misma pregunta que formulé aquella vez en la biblioteca vuelve a rondar mis pensamientos.

–Porque te conozco desde hace mucho tiempo – sus palabras me golpean como una maza, al igual que la otra vez. Algunas veces he pensado que tal vez sea verdad, que tal vez sí me conozca desde hace tiempo y por eso, le resulte tan predecible como para contestar a preguntas que solo se han formulado en mi mente. Aunque, todas aquellas veces, he terminado descartando la opción.

–Y si es verdad que me conoces desde hace mucho tiempo, ¿cómo explicas el que yo no lo haga? ¿A caso no lo recuerdo?

Una sonrisa amarga aparece en su rostro antes de que gire sobre sí mismo y empiece a subir las escaleras de la antigua carpa.

No hago ningún comentario más, mas decido seguir sus pasos.

Acher se queda de pie junto a un banco, invitando a que me siente.

Lo hago.

Seguidamente, y para mi sorpresa, él toma asiento en frente, sentándose en el suelo; mas no contesta a mi pregunta.

Tras unos segundos, me doy cuenta de que no va a hacerlo y, por mucho que insista, solo conseguiré que me responda con evasivas.

–Suponiendo que estás en lo cierto – digo nuevamente, sosteniendo su mirada –, creo que estoy en inferioridad de condiciones.

El rubio me mira divertido, alzando una ceja.

–¿Qué propones?

–Quiero conocerte; a penas se algo sobre ti.

Eternamente [Libro Primero] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora