Capítulo 17

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Una vez más, la extrañeza se adueña de mí; pero no por que mi casa esté vacía, eso es algo normal, sino por los estragos que debería sufrir mi cuerpo provocados por la noche anterior. Inexplicablemente, cualquier indicio que pudiese manifestar un ápice de resaca en mí, ha desaparecido; decir que estoy como una rosa, es poco.

Termino de engullir el plato de macarrones que había en la nevera y subo a lavarme los dientes. Cruzo el pasillo con parsimonia, pasando por delante de mi habitación. Llego a la puerta del dormitorio principal, el de mi madre, y no puedo evitar echar una ojeada. Sobre la cama, se extiende cuidadosamente y en su totalidad el largo vestido de época que llevé la noche anterior. Una noche que no hizo mas que sembrar más preguntas en mi cabeza.

Sigo caminando hacia mi objetivo y lo llevo a cabo.

El sabor fresco de la menta se instala en mi boca y sonrío. Vuelvo a mi habitación en busca de un chándal. Necesito aire.

Mis zancadas por la acera son cada vez más distanciadas unas de otras, más rápidas. Corro, alejándome del pueblo, adentrándome en el bosque.

De forma inconsciente, no puedo evitar el darle vueltas a todo una vez más: aquel vestido, ahora tendido en la cama de mi madre, que es exactamente igual que el de mis sueños. Otra pregunta que, considero, creo que ya he encontrado la respuesta; las rosas azabache. Pero sobre todo, no puedo evitar rememorar la forma tan intensa y extraña que viví la noche anterior.

Todos los sucesos inundan mi cabeza, como un torbellino imparable: desde que inició la noche con aquel comportamiento de Marcos, hasta como quede olvidada en un pasillo y volví a casa.

Todas las experiencias vividas se entremezclan unas con otras en un intento de darle sentido al giro que ha tomado mi vida.

Las palabras exactas que, digamos, le escupí enfadada a Acher, vuelven a hacerse eco en mi mente: «Mi vida era asquerosamente tranquila hasta la noche en la que te encontré deambulando en aquel callejón. Hasta entonces, solo las pesadillas me perturbaban. Unas pesadillas en las que, casualmente, ¿adivina quién aparecía en ellas? ¡Tú, sí, tú! También, por casualidades del destino, podríamos catalogarlo si te apetece, días después de nuestro primer encuentro "real" los sueños se prolongan y tus apariciones se vuelven mas frecuentes. ¿Y todos esos acertijos? ¿Y todas esas notas acompañadas de flores negras, como la que llevabas esta noche en tu chaleco? ¿Es que pretendes volverme loca? ¿O vas a decirme que no tienes nada que ver en todo esto?»

Reprimo una risa amarga cuando su contestación me golpea nuevamente como un mazo de hierro: « Dime, Ashly; ¿te has parado a pensar lo que implican tus palabras? ¿Te has parado a pensar lo que significaría que todo eso fuese real? No, Ashly; veo que no. ¿Te has parado a pensar que tal vez todo esto sea un sistema de auto- defensa?»

Un sistema de auto-defensa, claro.

Realmente, no sé cómo se me ha podido pasar algo así. Ahora mismo, es la única explicación lógica que puedo encontrar. Mas, alguien me dijo una vez que la lógica casi siempre tiene razón, pero la intuición jamás se equivoca.

Y, ahora mismo, mi intuición dice que esa explicación es incorrecta.

Miro el paisaje a mi al rededor y caigo en la cuenta de que ya llevo un buen trozo recorrido. Aminoro el paso, mas no me detengo. Sigo caminando sin rumbo entre la espesura hasta que esta, poco a poco, va perdiendo densidad.

Ante mí se abre un claro que me resulta bastante familiar. Unos pasos más y descubro el por qué.

Aquella gigantesca mansión con la que topé por accidente el día de la fiesta, se alza ante mis ojos.

Eternamente [Libro Primero] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora