Capítulo 9

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Avanzo entre la multitud, recibiendo algún que otro pisotón, hasta la barra improvisada.

–¡Por fin, rubia! Ya pensaba que no venías – vocifera Rubén mientras se apoya en su novia para recuperar el equilibrio –. ¿Dónde estabas?

–Me he entretenido un poco; tenía cosas que hacer – me excuso mientras miro a mi alrededor.

–¿A quién buscas? – De repente, una voz se hace eco en mi oído, sobresaltándome.

–A ti – aclaro mirando a Sandra a los ojos –. Eras la única que me faltaba – sonrío.

La música suena a más decibelios de lo que mi cabeza serena puede soportar, lo que me incita a empezar a beber.

La ginebra atraviesa mi boca, deslizándose por mi garganta hasta el estómago, dejando a su paso un ardor un tanto agradable.

La pelirroja sonríe y me agarra del brazo, adentrándonos en la multitud.

Las canciones se suceden y nuestros pasos varían con ellas hasta que mi amiga vuelve a tirar de mí, llamando mi atención.

–Me estoy meando – grita en mi oído, arrastrando las palabras.

Asiento con la cabeza y esta vez soy yo la que tira de ella, alejándonos de la marabunta.

Localizo un lugar apartado y conduzco a la borracha de mi amiga hacia allí.

–Ashly, puedo andar; no hace falta que me lleves de la mano como una niña pequeña – se queja justo antes de tropezar con una piedra inexistente.

–Ya – comento irónica.

Tras cerciorarme de que puede mantenerse en pié, me alejo unos metros hasta un árbol ancho, donde me siento.

–¡Sandra! Tienes un mensaje – grito cuando su móvil tiembla en el bolsillo de su chaqueta.

–¡Mira a ver de quién es!

Obedezco a la pelirroja y desbloqueo la pantalla. Sonrío al ver el nombre del emisor.

–¡Date prisa! Creo que hay alguien que quiere verte.

Como si hubiese sido arrastrada por una fuerza invisible, Sandra vuelve al lugar dónde me encuentro y coge su móvil.

Una sonrisa tonta se extiende por su rostro de inmediato, haciendo que una carcajada se me escape sin poder evitarlo.

Mi amiga me mira.

–Joel me está esperando en la fiesta – informa. Sostengo su mirada.

–Ve.

Para mi asombro, no obtengo la reacción que esperaba: no hay risas. Sandra no sale corriendo a su encuentro, sino que se camina hasta posicionarse a mi lado, sentándose conmigo.

–¿Qué pasa?

Ella suspira.

–Nada. Bueno, sí – se retracta –. No; en realidad no me pasa nada – mira un punto fijo en el suelo y, al cabo de unos segundos, repite la acción –. Bueno, no sé – hace una pausa y la miro expectante. Nuestras miradas se cruzan –. ¡¿A quién quiero engañar?!

–Me apostaría mi brazo derecho a que solo te estás engañando a ti misma. ¿Qué ronda por tu cabeza, pelirroja?

–Ay, Ashly; no sé que me pasa – se lamenta mientras frota sus manos contra su rostro suavemente –. Es todo tan extraño.

Olvidaba que tan explícita puede ser a veces.

–Pero, extraño... ¿en qué sentido?

–No se lo que siento – dice de sopetón. Reflexiono.

Eternamente [Libro Primero] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora