Capítulo 6

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MAX

Cuando salí de allí me sentí como en las nubes, miré hacia la ventana y empecé a sonreír como un idiota. Dios... Me encantaba, tenía algo en su forma de ser, tan cercana, tan vulnerable y a la vez tan fuerte. Demonios, conectamos tan bien.

Cuando se ríe tengo ganas de besarla, su calor es una droga, toda ella... Su presencia me hace no sentirme solo, ni vacio como me siento, cuando estoy junto a ella soy yo, y eso es lo que más amo. Ya va... ¿Acabo decir la palabra amo? Bueno tal vez si lo haga, pero tengo que dejar de soñar y volver a mundo real, aunque me enoje conmigo mismo Clara es mi trabajo, no alguien para salir, pero... Me mata como el infierno dejar de sentir lo que estoy sintiendo. Nunca me había sentido así por una chica, ¿será esto normal? No lo sé pero me gustaría averiguarlo si es junto a ella.

Sin embargo tengo que enfocarme más en mi trabajo, tal vez puede juntar las dos cosas, si... Tal vez lo haga, aunque cuando se entere se olvidará de mi. Creo que sería lo más adecuado. Mi trabajo, mi personalidad... no creo que sea el hombre adecuado para ella, pero si ella siente lo mismo que yo estoy sintiendo nos hundiremos en la perdición. Suspirando puse el coche en marcha, pensé en todo las conversaciones que tuve con Clara y algunas me hicieron dudar, no sé si nunca le han dicho que es una excelente persona, o porque en realidad tenía razón cuando dijo que no lo era, o cuando reaccionó de una manera extraña en una mujer cuando la desperté, por psicología esas reacciones se deben a un trauma y más que todo las he visto en soldados de guerra, ella tuvo la misma reacción atacar. Sólo le pido a Dios que no sea ella porque si lo fuera no sé cómo me sentiría.

Cuando llegué a casa me acosté en mi cama con mis brazos cruzados tras mi cabeza pensando en ella... En Clara. Me entró una risa al pensar que estaba muy nervioso cuando me preguntaba de mi novia. Si supiera que Gaia es lesbiana se sorprendería mucho. Me enredó todo, quería decirle la verdad y creo que se la dije a medias... Si quiero que esto siga tendré que luchar con todas mis fuerzas para no tratar de besarla y hacerla mía, ahora que lo pienso tal vez sean las ganas de tenerla en mi cama que me tenga así, eso se podría arreglar. Pero, ¿Qué cosas estoy diciendo? Maldita sea creo que perdí la cabeza.

Al otro día como siempre, me levanté a las 6:00a.m. Me dirigí al centro de mando, para hablar con mis ideales de nuestra próxima estrategia. Gaia, mi segunda al mando me cayó a preguntas después que todos se fueron.

— ¿Cómo te fue con Clara? ¿Es buena persona? ¿No es lesbiana verdad? —Dios, se me había olvidado que Gaia era lo suficiente curiosa para caerte a balazos en cada miembro si no se lo decías. Tenía sus pupilas dilatadas de la curiosidad.

— Pues lo normal, simpática. Toda una niña malcriada, no tengo ninguna novedad por ahora ­— Mentí manteniendo mis ojos fijos en la pantalla del portátil para que no pueda ver nada de mí. En ese momento la miré de reojo y tenía una expresión pensativa, como si estuviese estudiándome. Me levanté para cruzar el vestíbulo y dirigirme a la mesa donde estaban todos mis agentes reunidos.

— Sean, necesito que investigues a fondo a Clara Monreal y a todos los que trabajan allí — Sean, mi agente especial en ser un hacker de la tecnología universal, es norteamericano.

— Entendido, señor — Dijo, en una voz fuerte, siguió manipulando el computador como un experto.

— Sean, también quiero un informe si alguien investigue sobre Gaia y yo. Saben que por dar nuestros nombres originales corremos grande peligro de ser un blanco, así que Stark y Sánchez nos cubrirán. En este momento, creo que deben haber investigado, si ya lo hicieron, nuestro objetivo está en el nido.

— Entendido, señor, preparemos los coches, creo que con el equipo que está adentro del nido no necesitarán seguridad señor, ¿Usted se refiere cuando estén afuera del nido? — Me miraron los cuatro agentes.

— Si, agente Stark, a eso me refería. Manos a la obra...— Salí de la sala con una Gaia encima.

— Hoy no estás muy hablador ¿cierto? Mi amor, levanta el ánimo que vamos a la casa de nuestros amigos — Abrió la puerta para mí con una sonrisa picara.

— Muy graciosa Gaia — Le sonreí.

De camino a la casa de Marco y Vanesa, Gaia y yo íbamos compartiendo una animada conversación de su día, se dio cuenta de que Isabel la chica que acomoda las camas es lesbiana y de cómo tuvo que contenerse a no ponerle una mano encima cuando esta le preguntaba qué podría ofrecerle, eso me hizo reír hasta que ya, y como soy todo un liante empecé a tocarle las pelotas, como de costumbre ella se enojaba de nada.

Cuando llegamos bajando del coche, subiendo las escaleras de la entrada dejé que Gaia fuera delante, miré al piso pensativo hasta que escuché una voz familiar. Ahí estaba Clara saludando a Gaia pero solo me miraba a mí, nuestras miradas se cruzaron y no pude apartar la vista de tan semejante belleza, parecía un ángel con solo unos blue jeans, camiseta azul y converse, se veía tan angelical, nuestro efecto se rompió cuando Gaia empezó a carraspear. me voltee hacia ella y me adentré, inclinando mi cabeza hacia Clara, su expresión alegre cambió a fría, y por un momento me arrepentí, dejé que Gaia fuera adelante la agarré por el codo y me dirigí hacia el jardín.

— ¿Por qué no me llamaste para ir a recogerte? — Por un momento me sentí furioso. Se supone que era lo primero que ella quería ver en la mañana porque yo quería verla a ella, pero me sorprendió verla acá. Ahora que lo pienso salió por mí, a saludarme a mí, eso hizo que me suavizara un poco — Lo siento, creo que se me sube el lado protector — cuando se trata de ti, quise decir. Acá en el trabajo tenía que mantener una cara profesional, no podía darme el lujo de perder mi autocontrol, cosa que a ella se le daba fácil de derribar.

Frunció el ceño — Suéltame, no sé por qué actúas así, pero no me gusta nada tus cambios de humor, por un momento estas bien y al otro mal, no te entiendo Max...— Suspiró — ...Pero quiero que seamos amigos, que me enseñes todo lo que he perdido de ver Madrid aunque primero tengo que ir a trabajar y tú me acompañarás. — Me sonrió, ya me estaba asustando por el tono que iban las cosas.

— ¿A dónde vamos señorita Monreal? — Le dije agarrándola del brazo, pero se soltó, demonios ¿Qué hice?

Empezó a reír, Oh Dios... su sonrisa — No pongas esa cara, iré a cambiarme para que vamos a mi nuevo lugar de trabajo, así que me debo arreglar.

No Te RindasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora