Capítulo 43

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Prepárense para esto... Les va a encantar igual que a mí.

Había perdido la cuenta de cuanto había bebido, pero seguro que micho porque la botella tenía ya menos de la mitad y Leo no había bebido casi nada.

-Vamos, ¿no aguantas el alcohol? ¡Bebe!- ordené.

-No, no quiero estar borracho cuando tenga que llevarte a casa.

-No me quiero ir a casa.- le dije con sinceridad.- Vamos bebe.

-No, Liz, y creo que tu tampoco deberías estar bebiendo tanto. Soy un idiota por dejarte.

-Si eres un idiota pero no por eso, Vamos Leo...

-No Elizabeth. Vamos te llevare a casa.

-No quiero ir a casa Leopoldo.- contesté con voz de borracha.

-Está bien.- dijo con un suspiro frustrado.

El sol ya se había ocultado y mis ojos se sentían cansados. Quería dormir.

Un bostezo involuntario salió de mi garganta.

-¿Tienes sueño?- preguntó Leonardo.

Asentí.

-Está bien, vamos, a la cama.- dijo mientras me tendía su mano para ayudarme a levantarme del sillón. La tomé y me paré.

Leonardo me soltó y mis piernas fallaron, mis rodillas se doblaron y comencé a caer. De pronto un brazo se envolvió en mi cintura impidiéndome caer.

-¿Estas bien?- preguntó. Su aliento me golpeó en la cara, a pesar de que se había bebido un trago de tequila, el olor a menta seguía presente en su boca, el olor a loción y desodorante se hizo presente en mis poros nasales, el olor de la crema de afeitar igual. Este hombre olía delicioso y su olor me impide pensar con claridad además del alcohol, estábamos demasiado cerca uno del otro eso me hacia temblar.

Asentí en respuesta a su pregunta y su mirada se cruzó con la mía, sus ojos grises eran hermosos.

Él sonrió y pensé que yo tenía algo en la cara.

-¿Qué es tan gracioso?- pregunté irritada.

-Nada, es solo que... Mierda, eres tan hermosa.- dijo y mis mejillas se sonrojaron, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y no pude hacer más que sonreír.

Me tomó mejor de la cintura y nos dirigimos a la habitación, sus dedos se presionaban contra mis costillas y eso me causaba escalofríos. Llegamos y no me soltó hasta que me senté en la cama.

-Gracias.- dije y el asintió y se sentó a un lado de mí.

Pasaron unos segundos y nadie dijo nada...

-... Liz, hay algo que tengo que decirte y te lo digo hoy porque se que mañana no lo vas a recordar y necesito que lo olvides.

-¿Por qué? ¿Por qué lo tengo que olvidar? ¿Por qué no me dices mañana?- pregunté decepcionada.

-Por qué no tengo el valor de decírtelo en la cara sabiendo que nunca lo vas a olvidar y vas a vivir con eso, y menos porque estas con mi hermano. Asentí. Tal vez tampoco yo lo querría recordar.

-Elizabeth...- Cayó unos segundos- Me gustas, mucho, desde el primer día que te vi, con tu ropa deportiva dispuesta a ir a correr.- No podía hacer otra cosa más que mirarlo, las palabras se habían quedado atascadas en mi garganta y parecían no querer salir.

-Y... Te quiero, Lizzie...- yo lo miraba pero él no me miraba a mí, eso me dolía.

Al fin, las palabras decidieron salir.

-Me hubiera gustado recordar eso.- y fue cuando decidió mirarme, mi corazón latía con una fuerza imposible, sentía que en cualquier momento se saldría.

Sus manos subieron a mis mejillas y me atrajo hacia él y posó sus labios sobre los míos, mis maños fueron directo a su cuello para atraerlo más hacia mí, su lengua invadió mi boca y la dejé. Sus olores invadieron de nuevo mis fosas nasales creando una explosión de emociones. Me encantó estar en sus labios, eran los más suaves y de pronto me sentí en mi hogar.


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¿Te equivocaste? [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora