Capítulo 25

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Había llegado al café, acababa de llegar y me senté en una de las mesas, un mesero vino hacia mí y me dijo que si quería ordenar a lo cual respondí que estaba esperando a alguien, el solo asintió y se fue.

Pasaron quince minutos y nada aún, nadie llegaba, esto me ponía más nerviosa aún, no se le ocurriría dejarme plantada ¿verdad? ¡Ay mierda! Y si lo hizo ¿y si me dejó plantada?

El pánico me invadió en ese momento, pero no perdí el control, decidí esperarlo, sé que no me va a dejar plantada, sé que no lo hará, no se atrevería. Al menos que me esté jugando una broma, una muy pesada y horrible. Sacudí mi cabeza para espantar los malos pensamientos y seguí esperando.

~•~

Una hora, ¡Una santa hora y el aún no llegaba! No, definitivamente este hombre no va a venir, una lágrima salió de mi ojo antes de que pudiera detenerla y la limpie rápidamente. Me levante de la mesa y me dirigí al edificio, la noche estaba empezando a caer, eran las siete, habíamos quedado a las cinco y media pero llegue un poco tarde.

Crucé la entrada y la entrada y llegué a mi piso las lágrimas no paraban de salir pero seguí mi camino, camine por el pasillo y ahí estaba él, ahí estaba él, mi vecino, estaba tratando de abrir la puerta de su apartamento y no tardó en notar mi presencia.

-Hola- le dije con la voz un poco ronca por las lágrimas, y las limpie lo más rápido que pude.

-¿Que pasó?- dijo con preocupación aunque sierra frialdad teñía su voz.

-Nada importante, solo un imbécil.- le dije y lágrimas nuevas abandonaron mis ojos.

Se acercó a mí.

-¿Estás bien?- preguntó, que pregunta tan más estúpida, si, estoy bien, es que me acabo de ganar un millón de libras y llore de la emoción.

-¿Parece?- le dije sarcásticamente.

-Ven aquí- dijo y me envolvió en sus brazos. Tarde en corresponder a su gesto pero lo hice.

Su aroma a desodorante y crema de afeitar invadió mis fosas nasales casi de inmediato. Era todo lo que necesitaba, un abrazo, creo que lo necesitaba hace más tiempo del que recuerdo. Y estuvimos así unos minutos, no había nada más que ese abrazo, ese tierno, cálido y hermoso abrazo, y de pronto me sentí protegida me sentí como en mi hogar.

¿Te equivocaste? [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora