Creepypastas (Personajes)

Candy Pop

Erase una vez en un reino de hielo y nieve. El imperio estaba bajo una ola de frío, era invierno en ese momento, la noche era joven, casi demasiado hermosa para incluso ser llamada una noche. Las estrellas brillaban. Tan serena, tan tranquila, casi como si hubieran sido silenciadas y todo lo que quedaba fueran sus restos brillantes de gas y luz. 

Una joven niña de 6 años, de pelo castaño rizado llamado Alexa, podía sentir una corriente de aire frío entrar por una rendija de la ventana. Un escalofrío pasó por ella como cuchillos. La joven princesa se sacudió y simplemente agarró un paño del cajón de su cómoda de roble y rápidamente corrió a poner el pañuelo en la pequeña grieta. La corriente de aire frío pronto dejó de ir a la sala y en seguida todo estaba pasando. El cuarto frío de piedra y madera pronto se volvió acogedor y seguro con el fuego que solo hacía mas cálido el lugar. El fuego hizo que la joven princesa se sintiera tan segura. Su habitación era su propio santuario y no había ningún lugar en el que se sintiera más en casa.

Alexa fue de nuevo a la ventana donde se sentó y contemplo las estrellas. Las luces brillantes que ella creía que eran ángeles. Alexa se rió y solo pudo aplaudir con sus pequeñas manos en placer. La joven princesa saltó de alegría y giró a su alrededor mirando su habitación. Alexa agarró una de sus muñecas y bailó con ella. La sonrisa de la pequeña muñeca era serena y silenciosa. Alexa le dio un pequeño y dulce abrazo a la muñeca, y esta sonreía como era apropiado para una muñeca. Bailó y bailó hasta que ya no podía más. 

Pronto, la joven princesa se cansó, cayó sobre el suelo de madera, y miró al techo. Alexa abrazó a su pequeña muñeca y se sentó a desempolvar su vestido de color negro y verde. Tras el verde se podía ver estampados florales, mientras que el negro cubría su cuello y las mangas, incrustados en una textura sedosa de color negro, en su pecho había una pequeña flor de color rosa. Miró el reloj, ya de pie, y volvió a caer una vez más, lanzándose sobre su cama, poniendo sus pequeños pies en el piso de roble mientra miraba el péndulo del reloj balancearse hacia izquierda y derecha, haciendo sonidos de tic-tac. Alexa lo observó como atraída por este, haciendo sonidos con su lengua para imitar el sonido que provocaba el reloj.

El tiempo pasó y se oyó la madre de Alexa. La voz de la madre de Alexa llegó a lo largo de las paredes del castillo y esta rápidamente se escabulló y prestó atención a la llamada de su madre. Alexa salió corriendo por la puerta emocionada del regreso de su madre que estaba en un viaje a Inglaterra. La joven princesa saltó arriba y abajo en el entusiasmo a la espera de las maravillas incalculables que su madre había traído para compartir con ella. La Reina sólo le sonrió dulcemente, su hermoso cabello rubio rizado estaba atado en un moño y su vestido era de color verde y negro, coincidía con el de la joven princesa, sólo un poco diferente, ya que era más esponjoso en las mangas. La reina arrastró su larga cabellera que le llegaba hasta la parte inferior de su vestido, dejando brillo que pronto se derritió en su estela.

Alexa rió dulcemente. La joven princesa esperó a su madre para que se los desvelara tan pronto como los sirvientes de la Reina colocaran todas sus pertenencias con sus respectivos vestidos de reemplazo. La Reina se sentó en la silla de madera de sauce y antojos de oro incrustados y miró por la ventana solo para sentir la presencia de su pequeña hija, Alexa se empujó a sí misma en su regazo y se sentó con ella mientras ambos veían la caída de nieve desde la ventana de su trono. Alexa sintió la mano de su madre acariciar su pelo, pero nunca  la miró. El aire se destiló y tranquilizó. Los pasillos resonaban con los sonidos del castillo viejo crujiendo. Dejando quejidos y gemidos detrás del aullido del viento. Alexa miró a su madre y ya no pudo contener su emoción mientras sonreía siempre tan dulce, su voz, un arrullo joven, apenas tocó el oído de la oreja de su madre vacilando con una sola palabra para llamar la atención de la reina.