Prólogo

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El joven Oliver Ray, un querido adolescente con traumas psicológicos. Diecisiete años era su edad, pelo largo y su color era más oscuro que una propia sombra, unos preciosos ojos azules, una altura promedia y el físico de un galán.

Un chico cercano a la perfección, su mirada asesina dejaba a las mujeres a sus pies, pero como dijo Sigmund Freud -Cuanto más perfecto luzca una persona por fuera, más demonios tiene dentro-

El querido Oliver sufría de un problema bastante serio del cual, muy pocos tenían conocimiento. Era un anti-social con un terrible odio hacia la comunidad, un pesimista total, por demás de eso, tenía una depresión muy grande, el joven lloraba a la noche hasta quedarse sin energías.

Sus perfectos padres eran unos multimillonarios que le daban todos los gustos, tenía todo lo material, pero nada de lo emocional.

Oliver se encontraba en su habitación pintada de negro, llena de dibujos aterrorizantes y pósters de bandas. Éste estaba acostado en su cama, en su mano había una pelota de tenis la cual hacía rebotar contra el piso, sus ojos estaban fijos al techo de su habitación, parecía muy embobado al decir verdad, pero no juzgues una portada por su imagen tan facilmente. Su imaginación explotaba, ideas e ideas llegaban a su mente, miles de interpretaciones, perspectivas inimaginables, un conocimiento impresionante, su cerebro era una máquina de creatividad. Pero de repente, ¡PUM! se oye dentro de su casa... golpearon una puerta con fuerza y la imaginación del querido Oliver fue interrumpida y luego quebrantada.

-¡Oliver, ven aquí, ahora!- Grita su madre desde el living de su hogar. Parecia muy pero muy enojada.

Oliver echa su mirada hacia arriba, no se le veía con ganas de soportar los reproches de su madre. Salió de su habitación y se dirigió al living, dos pasos antes de entrar al living, dice Oliver cansado -¿Qué quieres ahora, madre?-

La mirada de su madre era penetrante, daba miedo mirar los ojos de tal mujer. La madre le muestra un examen que hizo él, cual no aprobó.

-¡Explicame esto ya, Oliver! ¿Cómo demonios sigues siendo tan estúpido? Te damos todo lo que quieres, tienen hasta un maldito vehículo, deja de hacer dibujos sin futuro alguno y ponte a estudiar- La madre se encontraba con un gran enojo.

Oliver suelta una carcajada y le dice a su madre con mucho humor y confianza en sí mismo -Madre, yo sólo aprobare los examenes cuando tú me prestes $2.500 dolares para comprarme una nueva guitarra, y de las buenas-

La madre indignada se le acerca para darle una lección, una bofeteada se llevó el querido. Para él, fue inaudito que su madre tenga que darle un correctivo de esa manera; su única alternativa era correr hacia su cuarto y despejar la maravilla que tenía en su cabeza, esa mente plagada de ideas constructivas, pero lamentablemente, llena de horrendos monstruos que se comían su cordura. Él tomó su guitarra, la enchufó en el amplificador y empezó a sonar su meticulosa música, además de tocar la guitarra, el joven se ponía a cantar mientras llovían ideas para sus próximos dibujos, su mente era una sopresa tras sorpresa.

Pero la calma de Oliver no duraría mucho, pues su padre llegó para hacerle la vida más inquietante. La puerta se abre con fuerzas y su padre, con un bate de beisbol, golpea la guitarra de su hijo, haciendo pedazos el orgullo y pasión de Oliver. Arrancó cada póster y dibujo que se encontraba en su pared, golpeó con su cinto el rostro de Oliver para que aprendiera a ser un buen hijo. Oliver, cansado ya y con un miedo que recorría por todo su cuerpo, lágrimas frías como el polo norte, caían de su bello rostro... Con la voz baja, el cantaba "I'm singing in the rain, just singing in the rain". El joven cantó hasta quedarse dormido..

Sus ojos revivieron color, despertó pero no despertó. Mantenía un sueño que era espantoso. Imágenes realmente espeluznantes llegaban a su mórbida mente. Oliver, en su sueño, miro hacia delante y vio una figura negra con dos luces rojas y al segundo inmediato, una sonrisa apareció, una sonrisa que heló la sangre de Oliver, dientes blancos pero que derramaban sangre, esa figura negra paso a formar un rostro, de un rostro paso a formar un cuerpo y de un cuerpo, paso a formarse como un demonio nunca visto. Oliver quería correr, no deseaba ver a ese monstruo tan feo y horripilante, pero no podía moverse, al parecer, su mente era más fuerte. Esta entidad se le acercó muy de cerca, lo miro con cuidado y de su boca tan inexplicablemente horrenda, soltó unas palabras intangibles. La voz de este engendro era muy gruesa, hasta su voz daba mucho miedo. Él quedó impactado y confundido a la misma vez por escuchar lo que dijo éste, Oliver quiso responderle, pero de repente, su sueño finalizó. Despertó tirado en el piso, preguntándose ¿Qué sucedió?

Él era un niño muy escéptico, pero aún así, sentía el frío por su cuerpo...

El Laberinto MentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora