Crimen pasional #3

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Augusto era un tipo frío y feo que siempre se sentaba en el mismo banco de la calle Soledad.
Entonces un día una chica que también hacía una rutina similar se le acercó y le preguntó por qué siempre iba a ese banco a la misma hora y los mismos días. Él le contestó que años atrás había conocido allí a la mujer más maravillosa del mundo y tenía la esperanza de algún día volver a verla y pedirle una cita.

Eso explicaría su dejadez, esa decadencia. La tristeza de los años sin verla habían construido en su aspecto una imagen desagradable y abandonada. Que lo único que buscaba era a ese alguien especial.

La chica de la casi misma rutina le dijo que eso era hermoso, que nunca había conocido a un tipo más romántico. Lo dijo con tanta fascinación que el hombre sintió un tono de burla y no halago. Entonces presa de la vergüenza y humillación que sintió estranguló con sus manos a la chica y esta dejó de protestar pasados unos minutos.

El hombre se recuperó de su ira y sintió culpabilidad. Entonces la llevó a un parque y la dejó mirando al lago, sentada en un banco. Yacía tranquila y tierna.

Por cierto, la mujer más maravillosa esa misma tarde se había sentado en ese banco. Su banco. Él perdió la oportunidad que había estado esperando y a otra posible chica maravillosa, a la cual mató.
Todo por culpa de su inseguridad. Todo por culpa de él.

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